domingo, 13 de septiembre de 2009

Capitulo V: EL PATITO FEO.

Habían pasado unos dos meses desde la inauguración de la nueva carnicería, cuando mi abuela Vicenta enfermó. Su vesícula no estaba bien y ya se notaba la perdida de unos cuantos kilos de peso.
La indicada para acompañarla a Buenos Aires era mi tía Negra, considerando que mamá estaba en su séptimo mes de embarazo.
Pero la abuela se sentía más a gusto con mamá y no tenía un carácter como para que se la contradiga.
En tren, como medio de transporte más cómodo y en los camarotes, como le decían al coche cama, viajó también mi hermana. Hasta Constitución, donde esperaba mi tío Luis para acompañarlas en otro a San Martín.
El Thomson, alojó enseguida a la abuela y en casa de Luis, mi vieja y mi hermana tenían ya preparada su habitación.
No era fácil manejar la situación del régimen de té y galletitas, al que habían sometido a mi abuela. Por lo demás, estaba todo bien. Yo no daba problemas.
Como siempre, mi vieja planificaba y resultaban muy diferentes las cosas. Esperaba mi nacimiento para mediados de Octubre y me demoré‚ un mes más.
La abuela ya estaba en casa de los tíos, pero faltaba lo principal de aquel viaje, yo...
Cuando el quince de Octubre pasó, la ansiedad empezó a molestar a mi vieja.
En Beltrán, mi viejo ya pensaba que lo habían abandonado y llamaba por teléfono a diario. Siempre la misma respuesta.
--Acá estoy en la dulce espera.-decía resignada mi vieja-
El quince de Noviembre empecé‚ a golpear la puerta de la vida, como a las once de la noche.
En el coche de Dn. Pepe, un vecino de enfrente, con Luis y Nelly, rumbeamos para el hospital Eva Perón. En el cuarto piso estaba la maternidad y no me hice esperar más. A la una de la madrugada del día dieciséis de Noviembre, llegue a este mundo como N.N., porque aún no se decidían por mi nombre. Grande fue el susto de mi vieja cuando vio al negrito feo que le mostraron como su hijo.
-- ¿Cómo se va a llamar el nene señora...?-Pregunto apresurada una enfermera-
--Déjeme pensarlo un momento. -se sorprendió mi vieja-
Estaba segura que se llamaría Darío, pero que tendría un segundo. Pensó en los nombres de los personajes de las telenovelas, y apareció, Rubén.
--Rubén Darío. -no la convenció-
Norberto.
--Norberto Darío. -ahora si, ese estaba bien-
Con mi nombre recién estrenado, escrito en un cartelito que me ataron en el pie, me llevaron, llorando a los gritos, adonde estaban los de mi clase. Flor de concierto metimos esa noche.
Por la mañana conocí a mis tíos, Graciela tubo que esperar para verme porque a los chicos no los dejaban entrar a la maternidad. Y eso me parece justo, al menos por un rato no tenes que compartir a la vieja.
A los quince días, ya estaba en camino de regreso a casa. Mi casa. Beltrán...
Estoy absolutamente convencido, que uno no es de donde nace. Pertenece al pueblo en el cual crece, vive y construye su historia. A este pueblo le pertenezco y me pertenece.
El tren nos dejo en Choele Choel y me estaba esperando mi viejo y mi tía Negra.
Como el vagón de los camarotes no quedaba justo en el anden, mi vieja tubo que caminar unos metros con la valija en una mano y el fardito del otro lado bajo el brazo. La expresión de la tía Negra cuando me descubrió, negrito y feo, entre las ropas que me tapaban hasta los ojos, era la misma de aquel que no cree en lo que ve.
--¡¡Este no es mi sobrino!! ¡¡Te lo cambiaron Yoly!! -exclamó-
Por fin me encontré con mi viejo. No me conocía y ya le había costado varios asados. En una palabra, era el Patito Feo de la fábula. Pero igual me sentía querido.
Durante este tiempo fuera de casa, algunas cosas se habían salido de curso. Con mucho carácter mi vieja se ocupo de encaminar la familia, aunque nada volvería a ser como antes. Hay heridas que no cierran y sangran todavía. La mecha estaba encendida y solo era cuestión de tiempo.
En lo que a mí respecta, me fui blanqueando un poco pero no mucho, conservare el bronceado hasta el final de mis días.

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