jueves, 11 de enero de 2018

Plata y Miedo Nunca Tuve.


Cuando volví de Tandil, mi casa era una tapera. Buscaba por donde entrar y apareció Aníbal Espinel, el novio de mi hermana. Me conto que mis viejos estaban en Buenos Aires y que él se había quedado de casero.

Más o menos me puso al tanto de la situación. Era difícil entender que mi viejo estuviera en busca de un crédito importante como para tomar un poco de oxigeno y volver a generar recursos para achicar las deudas, que lo habían atado de manos.

Los bancos locales no tenían los medios y sus cuentas corrientes, cerradas. Los proveedores, muy preocupados, también habían achicado sus créditos y era lógico, todo el mundo sabía, que a cada santo le debía una vela.

Para colmo, todos los días venia algún oficial de justicia a reclamar algún pago y como la respuesta era negativa, procedían al embargo de algún bien.

Las noticias de Buenos Aires, no fueron alentadoras. En una comunicación telefónica, mi viejo dijo que estaba pensando en irse a Italia, que no tenía fuerza para afrontar el desguace de su empresa. Yo trate de alentarlo, pero no tenía muy claro de qué manera podría ayudar.

Salí a comprar cigarrillos y un tal Raúl Plouganou, se acerco en un Torino y desde la ventanilla me pregunto si yo era el hijo de Francisco Pirri. Pidió si podríamos charlar un rato de un tema de negocios.

Yo lo conocía de nombre, jamás cruzamos palabras antes. Lo invite a casa y acepto. Entramos y fui derecho a preparar unos mates, él me siguió. Pregunto por mi viejo y le comente que no estaba.

-No importa -dijo- con el que quiero hablar es con vos.

Empezó diciendo que lo conocía a mi viejo de una licitación, hacia como dos años, en la que se presentaron los dos y que su proyecto había sido superior al que presento mi viejo.

Me di cuenta que se trataba del matadero municipal y ahora entendía porque la faena de mi viejo se fue a Villa Regina, al matadero del Indio Gutiérrez.

Raúl me explico que cuando presento el proyecto, contaba con esa faena y como Francisco, decidió trasladarla, no estaba en condiciones de dar cumplimiento al contrato firmado con la municipalidad.

Yo recordé los dichos de mi viejo cuando perdió esa licitación.

-He visto caere arbole así de grande.-

Desde Rosario, a Raúl se le complicaba mucho poder administrar el negocio.

Lo escuché atentamente, pero no entendía por donde venia la mano. Me comento que hubiera sido bueno tener una charla con mi viejo, pero eso era imposible por su carácter difícil. Eso si lo entendí y me sonreí.

Como si yo fuera un empresario en potencia, me explico que tenía intenciones de transferirme el contrato que lo comprometía con el matadero.

Cuando me cedió la palabra le pregunte si él estaba consciente, si no se había desayunado con grapa, que yo tenía 19 años, que no tenía ni idea de empresas, ni de contratos y que lo único que podía ofrecerle como capital en garantía, era una bicicleta aurorita y en llanta.

Después de reírnos un rato, me dio algunos detalles de cómo veía la oportunidad de hacer un acuerdo en el que los dos fuéramos beneficiados. Un administrador que trajo de Rosario estaría dispuesto a quedarse conmigo al frente del matadero, hasta que yo aprendiera el manejo.

Me hablo de las obras que estaban comprometidas y que el contrato consistía en un derecho de uso y explotación con compromiso de obra y que al finalizar el contrato, esas obras quedarían en propiedad del municipio. Que su negocio era ser proveedor y diseñador de mataderos, no matarife. Que mi viejo sí conocía el oficio y yo podría contar con su faena.

El compromiso con él sería, que al momento de hacer las obras, lo consulte, por sus honorarios en las presentaciones y aprobaciones de planos en SENASA y por los precios de la maquinaria que fuera necesario incorporar a la planta. Que después hablaríamos del costo que tendría la transferencia de la empresa a mi nombre.

Al día siguiente me paso a buscar para ir al matadero. Yo había pasado la noche pensando en todo lo que había escuchado y llegue a la conclusión que no tenía nada que perder. Como en otras ocasiones, me acorde de mi amigo y compadre Luisito Bernardi y tal como él dice, “plata y miedo nunca tuve” me ayudo a decidirme a aceptar la oferta.

Me presento al administrador que estaba al tanto de lo que pasaba y repitió los dichos de Raúl. Hubo una reunión de personal y les comunicaron que a partir de ese momento, el que estaba a cargo era yo. La mayoría de los presentes me conocían, porque eran viejos hombres del oficio y muchos de ellos me habían enseñado a lavar achuras.

Se notaba el escaso presupuesto en la ropa de trabajo, algunos con camisas de colores, otros que no le entraba un remiendo más, unos pocos con botas blancas muy gastadas y el resto, el que no tenía los dedos afuera, tenía una bota negra y otra amarilla de vieja. También faltaban cuchillos y otras herramientas de trabajo. Las caras se dividieron entre preocupadas y animadas.

Me conocían, sabían de qué sangre venia, pero todos creían que era un cachorro, que no estaba en condiciones de mear como mean los perros grandes.

El Jugador.


Se levanto de la mesa corriendo la silla con bastante ruido, se apoyo con los nudillos y procuro estirar las piernas.

-Sres. Hasta aquí llego yo. – dijo a modo de despedida y se dirigió al perchero que estaba justo detrás de él.

Las arrugas en su ropa, que mostró cuando nos dio la espalda, mostraban las horas que habíamos pasado hablando de nada y de todo, mientras las cartas recibían elogios y puteadas, según eran las de ganar o perder.

Con algún esfuerzo se calzo el sobretodo, acomodo su sombrero de alas cortas y se fue.

Por un instante creo que todos sentimos deseos de seguirlo.

Después alguien pregunto.

– ¿Quien reparte? – y comenzó una mano mas y otra…
Yo me quede pensando, adonde iría con ese ánimo. Sentí de alguna manera la necesidad de estar con él. Después pensé que no era una situación única, él había vivido momentos como ese muchas veces y hasta he dudado, si de verdad no jugaba hasta perder, porque daba esa sensación.

Quizás el verdadero placer del jugador no está en jugar, ni siquiera en ganar, sino en jugar hasta perderlo todo, lo que tenia y lo que no.

Me levante de la mesa y copie los pasos de mi amigo, busque mi abrigo y salí. El frío de la madrugada me hizo estremecer. Camine rumbo a mi casa.

A dos cuadras… encontré a mi amigo… sentado en una vidriera… con la mirada perdida… y jugando con un cigarrillo.

- ¿Qué haces acá con este frío?- le dije preguntando realmente, no lo que hacía, porque lo veía, sino que me interesaba saber qué cosas pasaban por su mente en ese momento.

Levanto la vista, giro un poco la cabeza hasta que nuestros ojos se enfrentaron… y soltó con apenas un temblor en su mentón…

- Ayúdame…


sábado, 2 de junio de 2012

Querida Nené:

Siempre digo que uno se forma de las personas que nos rodean, de cada uno tenemos un recuerdo y de ese recuerdo una costumbre, una manía si se quiere. Es imposible determinar a quién le debemos ese pedacito de molde, seguramente aquellas que han puesto su sello en nosotros con amor y cariño, son las que además de colaborar en nuestra formación, se instalaron en nuestro corazón para siempre. Cuando recorro mis recuerdos de la infancia, casi siempre aparecen las mujeres que me cuidaban mientras mis viejos laburaban en la carnicería. Se podría decir que he sido un tipo con suerte, de todas ellas tengo recuerdos hermosos. A todas las he amado y aun hoy son como mi vieja dividida en pedacitos. Algunas ya se han ido a cuidar otros pibes en el cielo y a Nené Cabarrou de vez en cuando la veo en el pueblo. Yo no sé si ella sabe cuánto la quiero y con los años aprendí que es muy lindo decirles a las personas queridas lo que uno siente. Hacía pocos días que dormía solo en la habitación al otro lado del comedor de mi casa, unos pocos metros me alejaba de la habitacion de mis viejos y la de mi hermana, pero tengan en cuenta que unos pocos metros cuando sos chico es una gran distancia, hoy puedo decir que más de una vez sentía cagazo, hasta que descubría el origen de cada uno de los nuevos ruidos de ese lado de la casa, cuando vino a vivir con nosotros Nené, los fantasmas ya no me molestaron, estaba con Nené y estaba seguro. Ella, además de ocuparse de ocultar mis travesuras para que no se enoje mi viejo, colaboraba con mi vieja en los quehaceres domésticos. A ella le debo muchas cosas buenas, además de las pilchas limpias y ordenadas, sabia donde estaban los juguete que yo dejaba en cualquier lado, no importaba cuanto hacia que no lo usaba, ella sabía exactamente donde estaba cada uno de ellos y yo admiraba esa memoria. Una vez por semana llegaba la revista Anteojito y la historieta de Anteojito y su Tío Antifaz. Eran apenas cuatro o cinco cuadritos de una historia continuada. Ese día además de bañarme y secarme al lado del calefactor, Nené me interrogaba lo que había pasado en la revista anterior y mostrándome los dibujitos me leía lo que estaba escrito sobre sus cabezas indicando con una flecha a quien correspondía ese dialogo. Me enseño que cada signo significaba un tono de voz y por eso yo creía escucharlos conversar o asombrarse o enojarse. Yo no recuerdo cuantos años vivió con nosotros, pero sí recuerdo el día que se fue porque me puse muy triste. Según me explico mi vieja, se fue con el Sr. que venía los domingos a visitarla y siempre jugaba conmigo un rato. Un día escuche a un amigo de mi viejo contar una historia. Este hombre tenía una chacra en un lugar donde el viento corría muy fuerte y no conseguía a nadie que quisiera trabajar en ese lugar inhóspito. Finalmente, un hombre bajo y delgado, de mediana edad, se aproximo al chacarero. - ¿Usted es un buen trabajador? –le pregunto el chacarero- -Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla…- le respondió el pequeño hombre. Aunque bastante confundido con la respuesta el chacarero, desesperado por ayuda, lo empleó. Este pequeño hombre trabajó bien en todo el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer. El chacarero estaba satisfecho con el trabajo del hombre. Pero entonces, una noche el viento soplo ruidosamente. El chacarero saltó de la cama, agarro una linterna y corrió hasta el alojamiento del empleado. Sacudió al pequeño hombre y le gritó: - ¡Levántate!¡ Un temporal está llegando! ¡Amarra las cosas antes que sean arrastradas! El hombre se dio vuelta en la cama y le dijo firmemente: - No señor. Ya le dije: yo puedo dormir cuando el viento sopla. Enfurecido por la respuesta, el chacarero estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para el temporal. Del empleado se ocuparía después. Pero, para su asombro, encontró que todos los fardos habían sido tapados con lonas firmemente atadas. Las vacas estaban bien protegidas en el corral, los pollos en el gallinero y todas las puertas bien trabadas. Las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba atado. Nada podría ser arrastrado. El chacarero entonces entendió lo que su empleado le había querido decir. Y volvió a su cama para también dormir cuando el viento soplaba. Después de escuchar esto entendí porque Nené fue importante en mi vida. Si ella estaba en casa, que el viento sople cuanto quiera. Gracias Nené por enseñarme a dormir cuando el viento sopla. Un abrazo grande. Que los cumplas muy feliz!!! Te quiero mucho. Norby.

miércoles, 20 de julio de 2011

¡¡¡GASTÓN VIEJO NOMA!! (Gonzalo Espinel)

En el día de ayer me tome el placer de ir al Hipódromo de La Plata, con un solo fin, ver por primera vez a un jockey de mi querido Luis Beltrán, Gastón Saez. Reconozco que desde chico fui fiel asistidor de este deporte multiclasista.
Si me habré cagado de frío con mi hermano en cada 9 de julio que se corría en el Hípico El Fortin.
Arrancábamos a las 8 de la mañana en bicicleta. Pero no voy a negar que mi gran pasión es el fútbol, pero bueno, en un segundo escalón, están las hípicas.
Ni bien llegué, entré apurado, con ganas de apostar por que escuche la campana de largada, vi en un monitor que al caballo Nº 3 lo corría Gastón. Fui a la ventanilla y aposte $3 (que ratón), pero me di cuenta que el caballo que corría el jockey beltranense era el Nº 5.
La próxima carrera, que ahí si montaba el caballo Nº 3, me fui a la rotonda. Es el día de hoy que me arrimo cerca de los caballos y no sé que le ven los viejos, para saber si son buenos o no.
Espere que Gastón vuelva a montar y fui cerquita para saludarlo. Me miro y se empezó a reír, me saludo amablemente y los viejos alrededor no entendían nada. Mi orgullo corría por dentro de saber que es nuestro, que es BELTRANENSE. Que satisfacción ver a un jockey de Beltrán corriendo a la par de Gonzalo Hahn, Jorge Ricardo, Juan Carlos Noriega, Pablo Falero y la lista sigue. Y la alegría más grande aún, por que verlo correr en uno de los tres Hipódromos más prestigiosos del país, no es poca cosa.
Así pasaron las carreras y siempre le aposte a la monta, nunca al caballo. Terminó 4º y 5º en casi todas. Pero llego la última, para mí, porque ya me tenía que ir. Que fe le tenía al pibe. Largo muy bien los 1200 metros y entrando a la recta final quedo solito en la punta y ahí me puse loco. Desde las tribunas bajaban los gritos: “Vamos Gastón viejo noma” y la piel se me erizó. Créanme que escuchar eso, fue lo mejor que me paso desde cuando era chico e iba a las carreras. No me importó que faltando 100 metros le arrebataran la punta. Quedó 3º pero quien me quita lo bailado.
Cuando se bajo del caballo, vino caminando y yo paradito ahí como un nene. Me miro y me dijo…
-Que cerca que estuve. No?
-Una lástima. Pero me alegra un montón que estés donde estás… sos un groso.-
-Gracias… vení cuando quieras.- Me dijo sonriendo.
Qué lindo es que a un pibe de Beltrán le vaya bien. Es algo que me da mucha felicidad. Y haber escuchado a varios burreros viejos decirme...
-Es muy buen jockey… tiene un futuro enorme.-
Listo, cumplí un sueño que tenia de chico. En realidad, a medias, porque el jockey quería ser yo, pero por cuestiones de kilos, el anhelo quedó trunco.
-GRACIAS GASTON. Te mereces lo mejor… vos y tu familia. Recién se te abrió la gatera, te queda una larga carrera en las hípicas.

sábado, 25 de junio de 2011

Carta a mi hijo por su ingreso a la vida profesional.

Junio 24 de 2011. Querido Hijo:
Muchas veces se me hace difícil distinguir los momentos en que debo ocupar el rol de padre o el de amigo. Este es uno de esos.
Y esto no es una queja, ojala algún día te pase lo mismo, porque eso hablará muy bien de tus hijos que te han permitido ser su amigo.
No hay alegría más grande para un padre que ver crecer sanos y buena gente a sus hijos, solo se compara con ver a un amigo realizar sus sueños. Cuando tenes la oportunidad de ver esas dos cosas juntas, estas hecho.
Si miro para atrás, no puedo menos que agradecerte, por haber aprendido de mis errores y por dejarme ser tu amigo.
Quizás hoy no alcances a comprender la magnitud de lo que estas palabras significan… lo que significa para mí… ver a mi hijo y a mi amigo realizar su sueño, pero estoy seguro que lo vas a ver algún día y que vas a recordar esto que te escribo
Pensamos con tu madre, que siempre es un buen momento, para disfrazarnos de padres. Ella me pidió que te escriba y que la disculpes porque según ella no sabe hacerlo… y es cierto, ella escribe con los ojos y lo hace muy bien… fijate… mirala a los ojos… vas a leer, con mucha facilidad lo que siente… orgullo… felicidad… admiración… y un gran amor por vos.
Yo aprendí, con los años, a leer lo que escribe y esto nos ha permitido superar malos momentos y disfrutar juntos otros como este.
Por estas cosas, hijo y amigo, te pido que me permitas, ahora que sos un profesional, agregar algunos consejos, no de sabio ni de viejo, si no de quien te ama con toda el alma y quiere y te exige, como siempre, que seas feliz.
-De ahora en adelante observa el amanecer, solo o en buena compañía, por lo menos una vez al año.
-Cuando saludes y des la mano, hazlo con firmeza y mira a la gente de frente a los ojos.
-Cuando elijas compañera o socio, hazlo de la misma manera que elegirías un copiloto: busca que sea fuerte donde sos débil y viceversa.
-Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
-Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
-Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
-Maneja autos como la Chiva Vieja, que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa, una buena parrilla y un buen vino para compartir con amigos.
-No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
-Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza).
-Anímate a presentarte a alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal; todavía no nos han presentado.
-Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
-Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
-Has lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
-Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
-Aprende a mirar a la gente desde sus zapatos y no desde los tuyos. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
-Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro.
-No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
-Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
-Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
-Confía en Dios, pero no dejes la radio puesta en el jeep.
-Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.
-Nunca confundas riqueza con éxito. No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
-No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
-No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices
-Aunque tengas holgura financiera, has que tus hijos conozcan el valor de la guita.
-Trata a tus empleados con el mismo respeto con que trates a tus clientes.
-No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
-No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
-Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte de nuestra vida encima de él.
-No confundas confort con felicidad.
-Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal.
-Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca).
-Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a los amigos.
-Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
-Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
-Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
-Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles. Primero gánale a la barredora.

“La gente más feliz no necesariamente tiene todo lo mejor... simplemente disfruta al máximo todo lo que tiene.”

miércoles, 20 de abril de 2011

Pasión y Profesión.

Terminaba, finalmente, mi extensa estadía en la secundaria y como nos pasa a todos en algún momento de nuestra vida, generalmente cuando rondamos los 17 o 18 años, nos encontramos de frente con el gran compromiso de elegir una profesión. Varias veces comentamos entre mis compañeros de clases, que hacer en el futuro y también cuales serian las posibilidades de cada uno. Alguien trajo la idea de hacer un test vocacional. El lugar más cercano que teníamos para hacernos el bendito test, que nos aliviaría la tarea de decidir qué carajo hacer de nuestras vidas, era el Juan XXIII en Bahía Blanca.
Y así partimos Viviana y Ricardo Álvarez, Marcelo Pilía, Marisa Barrera, Claudio Reverte y yo. Fueron dos o tres viajes y la conclusión es que lo pasamos bárbaro. Nos divertimos como locos, nos dijeron todo lo que nosotros ya sabíamos pero ahora nos habían cobrado.
En realidad, cuando elijas una profesión, toma en cuenta algunos detalles, que me animo a contarte porque en mi vida he cambiado varias y recién después de los treinta y pico, me di cuenta que, en realidad, no me gusta trabajar y no hay ninguna forma que, sin trabajar, logres otra cosa, que no sea la crítica de los que la yugan todos los días. Por más que me esfuerce en explicar que nos es fácil estar al pedo, todos me miran como para mandarme a la mierda, pero esa es la realidad, no es fácil y no hay uñas que aguanten.
Muchas veces no se tiene en cuenta, la diferencia entre la pasión y la profesión. Es decir, nos pueden apasionar las carreras de autos y los motores, pero no por eso seríamos mecánicos. Hay que buscar la felicidad en lo que se hace.
Lo ideal es que busques información sobre la carrera que deseas estudiar, que charles con uno o varios profesionales de esa rama, para que te cuenten como viene la mano y fundamentalmente, saber que es una decisión individual, antes de seguir una tradición familiar o tratar de imitar a un personaje a quien admiras.
Yo trabajaba en el campo y la chacra de mi viejo, rodeado de vacunos para cría y engorde. La tradición de carniceros de la familia, no me atraía demasiado, pero si tenía que hacer algo en mi vida, seria veterinario.
Me puse en contacto con algunos amigos que habían sido mis compañeros en las secundarias que había frecuentado y me encontré con el Negro Enriqué que estudiaba veterinaria en Tandil. Me dio una dirección donde él vivía con otros dos, pero que en el momento del curso de ingreso, no estaban, que estaría solo y que no había dramas.
Ni bien entré a la universidad, me di cuenta lo complicado que se hace a veces explicar que mi viejo había nacido en Barcelona, pero de Sicilia en Italia y no en España. Lo que me quedo claro, era que había 200 lugares, pero que los anotados para ingresar, hasta ese momento, contaban más de 600. Yo me tenía una fe bárbara, no me había llevado ninguna materia en quinto y estaba más agrandado que alpargata de boliviano. El problema era con química y biología y yo era un flamante, perito mercantil.
Averigüe por las clases de apoyo y surgió otro problema, imagínate, nosotros en el comercial éramos seis, cuando entré en semejante aula, casi me caigo de culo. Había llegado temprano, pero ya éramos como cien y para colmo, los bancos tenían un pedacito de mesa para el cuaderno, pero del lado derecho. No me quedo más remedio que rajar para el fondo y ocupar dos bancos, uno para sentarme y el otro para apoyar mi cuaderno y poder escribir con la mano izquierda. Allá a lo lejos la profesora se presento y dijo que si alguien tenía dudas trataría de atenderlas, pero que consideráramos la cantidad que concurríamos. Una forma muy cordial de avisarnos, que no respondería pelotudeces.
Como la cosa más natural del mundo, escribió en el pizarrón, Cl. Yo estaba seguro que no me había perdido nada de lo que había dicho, pero esas iníciales, no coincidían con nada que conociera. Levante la mano y atendió mi consulta. Pregunte que significaban esas iníciales. Y su respuesta fue preguntarme de que colegio venia. Yo pensé que le había interesado a la mina por ser el primero en preguntar, pero cuando le dije que venía de un comercial, dijo que bueno, que debería poner mis barbas en remojo y comprarme una tabla de los elementos, porque ese era el símbolo del cloro. Yo no le iba a explicar, que mi profesora de química había sido la Sra. Matilde de Costanzo, porque seguro no la conocía y aunque ella se esforzó, no había forma que yo me acuerde de ningún puto símbolo de la tabla de los elementos.
Volví de esa clase de apoyo y me quede más preocupado que pavo en diciembre. Pero esa mina tandilera no sabía, que cuando más me dicen que no puedo, más me emperro en demostrar lo contrario. Le metí horas silla y al final logre, no solo conocer la tabla de los elementos, sino que podía, sin problemas, leer una combinación de símbolos y nombrar a que sal correspondía.
En Tandil vivía un amigo que había sido director técnico del Deportivo Beltrán, cuando debute en la primera división y quien confió en mis habilidades, aunque tenía 15 años. Antes de empezar con las clases, lo fui a visitar y enseguida me estaba dando la ficha del club que lleva el nombre de su abuelo y el suyo propio, Antonio Santamarina. Le dije que con mucho gusto la firmaría ni bien pudiera ingresar a la universidad. Prometí volverlo a ver, en cuanto me diera el tiempo.
Fueron dos meses en que no vi la luz del sol. Entre los doscientos, estaba mi nombre. Finalmente aprobé el ingreso y podría estudiar veterinaria.
De la universidad me fui a un locutorio para comunicar la buena nueva a mis viejos, más contento que palo de gallinero -como diría mi viejo- y decirles que me quedaría un par de días para buscar un departamento. Fue entonces cuando el viejo me dijo, que además me buscara un trabajo, porque se le había hecho la noche en los negocios y las deudas duplicaban su patrimonio. Para que entiendas, mi viejo debía el doble de lo que tenía.
En cinco meses, un tal Martínez de Hoz, ministro de economía de los milicos y mi candidato al premio nobel de química, por haber transformado la plata en mierda en menos de 24hs, con no se qué puta tablita, que no era de los elementos, y una puta ley 1050, había logrado destruir, lo que mi viejo, con mucho esfuerzo, construyo en 30 años de laburo. Le dije que no se preocupe, que yo estaba saliendo para Beltrán y que si iba a trabajar, sería como lo había hecho hasta entonces y que de alguna manera saldríamos adelante.
Arme mi bolso y con él, mi sueño de ser veterinario.

lunes, 11 de abril de 2011

De Cuatro Pares de Abuelos.

En Monte San Pietrangeli, en la provincia de Marque, donde vivía la familia de Agustín Fulvi y de María Mercante, la situación de pobreza y un futuro de miseria y guerra civil, obligaban a una decisión para nada sencilla.
Las violentas luchas por unificar los pequeños estados en los que estaba dividida Italia en 1860, produjeron grandes trastornos económicos y el país terminó conformándose con estados territorios ricos al norte y regiones agrícolas y más pobres al sur. Faltó una infraestructura estatal capaz de resolver los problemas concretos de la población y, la desigualdad entre las clases sociales derivó en desempleo y corrupción.
Con el dolor en el alma y la desesperación de los padres que ven el futuro de hambre de sus hijos, se ven impulsados a emigrar. El debate de las formas y los nombres de quien se va y quien se queda, es imposible de describir. En esas pocas horas de intimidad el matrimonio percibió la imposibilidad de mantener unida a la familia, alguien tenía que emigrar primero y volver después a buscar al resto de la familia. Don Agustín se despidió de su mujer y dos de sus hijas menores y se embarcó en el buque Tomasso Savoia con sus hijos mayores Paolina, Pascual y aunque fuera el menor de todos era hombre, Enrique, mi abuelo.
Cuando llegaron a la Argentina el 11 de Octubre de 1910. Mientras preparaban sus equipajes, subió al barco un señor buscando obreros para cosechar arvejas. Agustín Fulvi, se entrevistó con él y vio que el trabajo era bueno, contrató condiciones y sueldo.
Todo de palabra porque el papel en aquel tiempo era caro y la palabra más barata, pero valía mucho más que tres hojas de oficio, con veinte sellos y cuarenta firmas.
Cuando se terminaron las arvejas, Don Agustín con sus hijos, se trasladaron a Bahía Blanca, donde un cuñado suyo, Antonio Fabiani, trabajaba de cocinero en el colegio Salesiano Don Bosco y allí consiguió trabajo también para Agustín. Conoció al padre Luis Costamaña, que en aquel tiempo era director. Por consejo de los médicos, el padre Luis debía viajar a pasar unos días de descanso, a la isla de Choele Choel, donde el padre Accetto estaba necesitando un hombre joven y de confianza, entonces le recomendó a Don Agustín.
En el territorio de Choele Choel aun estaba fresca la sangre de los indios expulsados en la expedición al desierto encabezada por Julio Argentino Roca.
Para el estado nacional, significó la apropiación de millones de hectáreas. Estas tierras fiscales que, según se había establecido en la Ley de Inmigración, serían destinadas al establecimiento de colonos y pequeños propietarios llegados de Europa, fueron distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder, que pagaron por ellas sumas irrisorias.
Algunos ya eran grandes terratenientes, otros comenzaron a serlo e inauguraron su carrera de ricos y famosos. Los Pereyra Iraola, los Álzaga Unzué, los Luro, los Anchorena, los Martínez de Hoz, los Menéndez, ya tenían algo más que dónde caerse muertos.
El padre salesiano Alberto Agostini brindaba este panorama: "El principal agente de la rápida extinción fue la persecución despiadada y sin tregua que les hicieron los estancieros, por medio de peones ovejeros quienes, estimulados y pagados por los patrones, los cazaban sin misericordia a tiros de Wínchester o los envenenaban con estricnina, para que sus mandantes se quedaran con los campos primeramente ocupados por los aborígenes. Se llegó a pagar una libra esterlina por par de oreja de indios. Al aparecer con vida algunos desorejados, se cambió la oferta: una libra por par de testículos".
Cuando los Fulvi vienen a vivir al Salesiano de Luis Beltrán, ya eran muchas las familias del mismo origen que estaban radicadas en la isla. De todos modos se cuentan entre los primeros pobladores de Luis Beltrán.
Trabajando varios años de sol a sol, ganaron lo suficiente como para ir a buscar al resto de la familia, que había quedado en Italia. Cuando tenían todo listo, estalló la primera guerra mundial y no pudieron realizar sus proyectos, tuvieron que esperar hasta después de 1920.
Finalmente Don Agustín puede volver a Italia y traer a su esposa Doña María y sus hijas menores, Anunciada y Gentilina. Las había dejado pequeñas en 1910, pero ahora las encontró señoritas y sin novio. Eran lindas pero no tenían novio por una razón muy triste, dijo mi abuelo Enrique, -“Una de esas razones que los gobiernos no entienden y que no quieren que se hable de ella… La guerra”-. Allí la guerra había matado a todos los muchachos jóvenes de Monte San Pietrangeli y de toda Italia. Esa era la razón por la cual no tenían novio.
Apenas Don Agustín, llegó a Luis Beltrán, trayendo a su mujer y sus hijas, el carruaje donde venían tuvo dificultades en los caminos pantanosos por la lluvia, cerca de la chacra de Gadano, donde trabajaba Nazareno Rapari.
Nazareno le ayudo a solucionar el problema y conoció a Gentilina. A los pocos días, Don Agustín invitó a Nazareno a comer la pasta de los domingos, así comenzó la relación entre Nazareno y Gentilina.
Al poco tiempo vino de la zona de Bahía Blanca, de visita a la casa de los Fulvi, Nazareno D’Ascanio. A quien habían conocido en su paso por la zona, unos años atrás. Muy grata fue la sorpresa para este otro Nazareno, ya que no sabía de la llegada de las hermanas de los Fulvi. Y conoció a Anunciada.
Pascual acompañaba al cura Accetto en la recorrida por la isla visitando a las familias que vivían más alejadas. Una de esas familias era la de Vicente Belloni y Carmela Petassi. Conoció a una de las hijas, Ángela. Pero no era conveniente en aquellas épocas, que se casara una hija menor, si aun no lo había hecho la mayor. Pascual, ni lerdo ni perezoso, le comento a Enrique, la posibilidad de conocer a una chica que vivía por la zona de isla verde, en la punta oeste de la isla de Choele Choel. Allá fueron los gringuitos un domingo temprano y se quedaron a comer, después de reunirse con Vicente y Carmela para arreglar el noviazgo. Una puerta de madera de pino dividía la cocina, donde estaban reunidos, de una de las habitaciones de la casa. Vicenta y Ángela, a través de un agujero dejado por un nudo de la madera en la puerta, espiaban y escuchaban los acuerdos, mientras comentaban sus preferencias y se interrogaban cual les tocaría en suerte. Pero la suerte ya estaba echada, según contaba mi abuelo Enrique, Pascual eligió la más linda pero él se quedo con la más trabajadora.
Pascual era el más conversador y el facilitador, ya que la hermana mayor de Ángela, Vicenta, no se caracterizaba por hacer sociales. Si bien entre Vicenta y Enrique hubo química desde el principio, fue Pascual el armador de la fiesta.
Como siempre en el invierno había más tiempo para dedicarle a los asuntos familiares.
Para casarse se esperaba a que termine la cosecha. Por el trabajo y por los fondos.
Estas cuatro parejitas recién formadas, no se destacaban por acaudalados y con buen criterio pensaron que una sola fiesta de casamiento, solucionaría una serie de cuestiones. Además un casamiento se celebraba con mucho entusiasmo, porque era para toda la vida, y una nueva familia significaba mayores frutos del amor y era hijos, lo único que se podía tener la cantidad que quisieran.
Yo no creo que se propusieran generar uno de los hechos históricos más importantes de la vida de nuestra zona, se generó espontáneamente, considerando las limitaciones que tenían, no las riquezas.
Yo no sé cuantas veces en el mundo se casaron cuatro hermanos, el mismo día, en la misma hora y con el mismo sacerdote. No creo que muchas. Y ocurrió acá. En Beltrán.
Pascual Fulvi, hijo de Agustín Fulvi y María Mercante, se casa con Ángela Belloni, hija de Vicente Belloni y Carmela Petassi. Y son sus padrinos de boda, Mariano Moglianesi y María Antonia Costanzo.
Enrique Fulvi, hijo de Agustín y María, se casa con Vicenta Belloni, hija de Vicente y Carmela, hermana mayor de Ángela. Y son sus padrinos Ernesto Concetti y Pascuala Corradi.
Anunciada Fulvi, hija de Agustín y María, se casa con Nazareo D’Ascanio, hijo de Serafino D’Ascanio y Rosa Noé D’Ascanio. Siendo sus padrinos, Pascual Fulvi y Ángela Belloni.
Gentilina Fulvi, también hija de Agustín y María, se casa con otro Nazareno, en este caso Nazareno Rapari, hijo de José Rapari y Paola Cavallaro. Y fueron sus padrinos, Nazareno D’Ascanio y Anunciada Fulvi.
Después de la fiesta a la que asistieron media isla de Choele Choel, los recién casados partieron de luna de miel a Bahía Blanca. Un hotel cerquita de la estación, alojo a los tórtolos.
Después el regreso no contaría a Nazareno D’Ascanio y su flamante esposa, ellos se quedarían por la zona de Bahía Blanca unos años.
En el primer año nomas, nacieron los primeros hijos. Y la cosa pintaba para otra fiesta enseguida, los tres primeros hijos de estos matrimonios resultaron varones. El primero de Nazareno Rapari, Alfredito. Empato Enrique y nació Luisito. Poco después sería el turno de Nazareno D’Ascanio y empardo con Marito. Se esperaba la inminente llegada del cuarto a cargo de Pascual.
Desde que naciera Marito se hablaba de una fiesta tan grande como el casamiento, en caso de que los cuatro primeros hijos fueran varones. Los parientes y amigos estaban avisados. Todos atentos, contando los días. Hasta los lechones y los pollos se estaban engordando.
¡Que podía fallar, la fiesta era un hecho!
Exactamente el 30 de octubre la fiesta se pincho. Doña Ángela dio a luz y su bebe llego bien, pero resulto ser una nena.
En aquellos tiempos, no se festejaba por igual el nacimiento de un varón o una nena.
En aquellos tiempos las mujeres venían al mundo a sufrir y a ningún padre le gusta que un hijo sufra.
La cosa es que Adelina seria la responsable de la suspensión de la fiesta.
Cada familia seguiría con los encargues. Enrique se descuido y a los cinco meses, Vicenta estaba embarazada. La calabresa reto a su compañero como si fuera el único responsable. No podían tener un hijo atrás de otro, sin haberlo programado.
La preocupación embargó a Enrique y se dispuso a “tomar medidas”. Aunque la Negrita ya venía en camino.
Los métodos anticonceptivos diferían mucho a los actuales. Pero a Enrique, su método le dio resultados un tiempo. Pero las otras familias seguían creciendo sin control.
El sistema de Enrique fue la envidia de unos cuantos pero quedara en la memoria, ya que nunca fue patentado el sistema.
Así y todo entre los cuatro matrimonios sumaron veinte hijos.
La segunda fiesta se realizó entonces a los veinticinco años, o sea en el año 1947, donde se tiro la casa por la ventana. Fue tan linda esa fiesta que resolvieron repetirla a los cuarenta años, en el año 1962. En esta tercera fiesta, aún estaban presentes los cuatro novios y las cuatro novias, hijos, hijas, nietos y bisnietos, amigos de hijos, de hijas y de nietos. Para dar una idea de lo grandioso del evento, basta decir que actuó de jefe de cocina el odontólogo de la zona Don Luis Arias.
Diez años después, en el 1972 se realiza la tercera fiesta, donde se festejan las bodas de oro. En el salón del Horizonte vecino al cine de Domingo Costanzo, en la calle Avellaneda.
En esta oportunidad, de los ocho novios faltó uno, Nazareno D’Ascanio, volvió a la casa del Padre donde no hay ni lagrimas ni dolor, pero Anunciada, su compañera de tantos años, quiso que se hiciera lo mismo la fiesta. Y ella participo con la seguridad, de que fuera esa la voluntad de su compañero.
Pasaron los años y cada uno a su tiempo fueron dejando este mundo para vivir eternamente en el corazón de su descendencia. Y en el año 1987, solo Enrique, el menor de los cuatro hermanos, compartió la Primera Fiesta de Los primos.
Esta primera fiesta, fue improvisada y la concurrencia se limitó a los que aún vivíamos en Beltrán y las localidades cercanas, aunque vinieron algunos de Buenos Aires.
Pasarían más de catorce años para organizar una Segunda Fiesta de los Primos, el domingo 08 de julio del 2001, en las instalaciones del Circulo Italiano, más de doscientos primos, recordamos con mucho cariño, a estos cuatro pares de abuelos, que estarán presentes eternamente en nuestros corazones.
-¡¡¡Que familión- dirían don Agustín y María!!!.