sábado, 2 de junio de 2012

Querida Nené:

Siempre digo que uno se forma de las personas que nos rodean, de cada uno tenemos un recuerdo y de ese recuerdo una costumbre, una manía si se quiere. Es imposible determinar a quién le debemos ese pedacito de molde, seguramente aquellas que han puesto su sello en nosotros con amor y cariño, son las que además de colaborar en nuestra formación, se instalaron en nuestro corazón para siempre. Cuando recorro mis recuerdos de la infancia, casi siempre aparecen las mujeres que me cuidaban mientras mis viejos laburaban en la carnicería. Se podría decir que he sido un tipo con suerte, de todas ellas tengo recuerdos hermosos. A todas las he amado y aun hoy son como mi vieja dividida en pedacitos. Algunas ya se han ido a cuidar otros pibes en el cielo y a Nené Cabarrou de vez en cuando la veo en el pueblo. Yo no sé si ella sabe cuánto la quiero y con los años aprendí que es muy lindo decirles a las personas queridas lo que uno siente. Hacía pocos días que dormía solo en la habitación al otro lado del comedor de mi casa, unos pocos metros me alejaba de la habitacion de mis viejos y la de mi hermana, pero tengan en cuenta que unos pocos metros cuando sos chico es una gran distancia, hoy puedo decir que más de una vez sentía cagazo, hasta que descubría el origen de cada uno de los nuevos ruidos de ese lado de la casa, cuando vino a vivir con nosotros Nené, los fantasmas ya no me molestaron, estaba con Nené y estaba seguro. Ella, además de ocuparse de ocultar mis travesuras para que no se enoje mi viejo, colaboraba con mi vieja en los quehaceres domésticos. A ella le debo muchas cosas buenas, además de las pilchas limpias y ordenadas, sabia donde estaban los juguete que yo dejaba en cualquier lado, no importaba cuanto hacia que no lo usaba, ella sabía exactamente donde estaba cada uno de ellos y yo admiraba esa memoria. Una vez por semana llegaba la revista Anteojito y la historieta de Anteojito y su Tío Antifaz. Eran apenas cuatro o cinco cuadritos de una historia continuada. Ese día además de bañarme y secarme al lado del calefactor, Nené me interrogaba lo que había pasado en la revista anterior y mostrándome los dibujitos me leía lo que estaba escrito sobre sus cabezas indicando con una flecha a quien correspondía ese dialogo. Me enseño que cada signo significaba un tono de voz y por eso yo creía escucharlos conversar o asombrarse o enojarse. Yo no recuerdo cuantos años vivió con nosotros, pero sí recuerdo el día que se fue porque me puse muy triste. Según me explico mi vieja, se fue con el Sr. que venía los domingos a visitarla y siempre jugaba conmigo un rato. Un día escuche a un amigo de mi viejo contar una historia. Este hombre tenía una chacra en un lugar donde el viento corría muy fuerte y no conseguía a nadie que quisiera trabajar en ese lugar inhóspito. Finalmente, un hombre bajo y delgado, de mediana edad, se aproximo al chacarero. - ¿Usted es un buen trabajador? –le pregunto el chacarero- -Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla…- le respondió el pequeño hombre. Aunque bastante confundido con la respuesta el chacarero, desesperado por ayuda, lo empleó. Este pequeño hombre trabajó bien en todo el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer. El chacarero estaba satisfecho con el trabajo del hombre. Pero entonces, una noche el viento soplo ruidosamente. El chacarero saltó de la cama, agarro una linterna y corrió hasta el alojamiento del empleado. Sacudió al pequeño hombre y le gritó: - ¡Levántate!¡ Un temporal está llegando! ¡Amarra las cosas antes que sean arrastradas! El hombre se dio vuelta en la cama y le dijo firmemente: - No señor. Ya le dije: yo puedo dormir cuando el viento sopla. Enfurecido por la respuesta, el chacarero estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para el temporal. Del empleado se ocuparía después. Pero, para su asombro, encontró que todos los fardos habían sido tapados con lonas firmemente atadas. Las vacas estaban bien protegidas en el corral, los pollos en el gallinero y todas las puertas bien trabadas. Las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba atado. Nada podría ser arrastrado. El chacarero entonces entendió lo que su empleado le había querido decir. Y volvió a su cama para también dormir cuando el viento soplaba. Después de escuchar esto entendí porque Nené fue importante en mi vida. Si ella estaba en casa, que el viento sople cuanto quiera. Gracias Nené por enseñarme a dormir cuando el viento sopla. Un abrazo grande. Que los cumplas muy feliz!!! Te quiero mucho. Norby.