Capitulo I : LA TIERRA ES DE QUIEN LA TRABAJA.
Dicen que el origen de la vida puede ser el mar. Y el mar cruzó mi viejo. Es una historia que no conozco mucho, porque él no se ocupó de que la descubra; seguramente estaba trabajando.
Y que no era tan viejo, creo que tenía dieciocho. Se rajaba del quilombo de la guerra en Europa.
Por ser el mayor de los cinco hermanos, cuatro varones: Francisco, mi papá, luego Carmelo, Nino, Bernardo, Salvador y una mujer: Basilia.
Mi abuela Conccetta Pirri, que se había dejado robar por mi abuelo Antonio Pirri, huyendo del lazo familiar, como si la distancia los hiciera menos primos hermanos. Completaban la familia.
Trabajando en Villa Regina, venia a Beltrán a comprar novillos gordos.
Le gustó el pueblo y un día creyó que había mucho por hacer en este pueblito, que no era más grande que el Campamento de Agua y Energía.
Solo un puñado de gente con ganas de hacer amigos, entre los que se destacaba.... Dn. Emiliano Candela, quien le tendió una mano para que se estableciera, le alquiló el salón al lado de la casa y lo acompañaba a carnear.
Carnear en el campo, donde compraba los animales y traerlos en el carro.
Aún hoy me parece verlos, tal como me lo contaban. Me los imagino entrando al pueblo por la esquina del Tropezón, camino de tierra apenas consolidado, la yegua tordilla tirando las varas y de las riendas Dn. Emiliano...
Dn. Emiliano, camisa blanca o celeste, de esas laveylisto arremangada hasta el codo mostrando fuertes antebrazos peludos y curtidos por el sol y la tierra, porque él trabajaba en las canteras y te traía la arena y la piedra. El pantalón oscuro de algún traje viejo con muchas reuniones peronistas encima. El pañuelo de mano con cuatro nudos encajado en la cabeza, y alpargatas.
A los gritos para que la gente se entere que el gringo abría carnicería.
-- Ahora sí van a saber lo que es carne!!!.
Francisco atrás, cuidando que no se destape el novillo recién carneado, no sea que la tierra del camino lo ensucie.
Flaco, pero fuerte, con una calvicie bastante importante para la edad.
Incansable, esas ganas de salir adelante que, solo los que conocen las miserias de la guerra pueden tener. Corría el año 1954.
Solo..., a miles de kilómetros de distancia de la familia, se dormía cuando había terminado.
Cuando llegaban a la carnicería entraban por atrás, un pedazo de riel, el aparejo y mientras el Viejo hombreaba la media res, Dn. Emiliano la enganchaba. Ahí nomás el desposte y a la heladera porque había que aprovechar las horas en las que se podía contar con la energía eléctrica. Si lo habrán puteado al petiso García, que manejaba la usina, donde hoy la fiambrería “Cochería Valentini”, cada tanto tiene algún cliente de trasnoche.
Siempre eran pocas las horas de energía, para todo, para cortar carne y para bailar un rato más en los famosos carnavales del Horizonte.
La heladera de madera, servía para tapar el catre y la mesita de luz, que eran todos los muebles del Viejo.
Al fondo del patio el chiquero, con el único chancho que varias veces estuvo en los chorizos que el Siciliano embutía. El ya sabía que el fin semana tenía que gritar como si lo estuvieran matando, así la gente compraba los mejores chacinados de cerdo.
¡Como preparaba el mostrador!... y aunque él decía:
--No confunda vizcacha con tero.
Más de uno que venia por asado, se llevó un regio puchero.
Amigos de los buenos y de los otros, con los que se hacían negocios y con los que alguna vez se comiera bifes de mortadela de vuelta y vuelta; y de postre un clericó de verduras... cosa de borrachos.
Estaba el flaco Gonzalito, que era el panadero de la esquina, Amarito que se fumaba todo y Pichón... que amasando perdió algunos dedos, el anular quedo de recuerdo, los otros los dejo en el matadero. Ahora con esa mano no saluda. La última vez casi pierde un amigo... pensó que lo insultaba cuando vio el revés de una mano con el anular extendido.
La carnicería en la esquina de Candela, tenia unos tres metros de ancho por quince de fondo. La puerta principal, aunque de dos hojas, angosta, nunca entendí porque las aberturas antiguas, eran tan altas y finitas.
Entrando a la izquierda, la verdulería, después‚ el almacén, disimulando una puerta de madera que comunicaba con la habitación contigua que no se usaba, con el tiempo sería la famosa peluquería de la Chuli, y cerrando en medio, el mostrador; la pared inclinada con azulejos blancos, las juntas negras y arriba la piedra de granito, pegada y al mismo nivel, una tabla a todo lo largo permitía cortar sin que el cuchillo tocara la piedra.
A un costado la balanza reloj, soportada del techo con un hierro del seis y detrás, la heladera.
Así empezó todo, los clientes contentos porque la carne era buena y encima, el gringo era limpio. Te jodía, te hacia chistes, te vendía lo que él quería, pero te solucionaba el eterno problema de las amas de casa:
--¿Qué cocino hoy?.
El Gringo decía.
-- Siñora... Los lunes puchero, martes estofado, miércoles milanesas, jueves guiso, viernes otra vez puchero, el sábado asado y el domingo los fideos amasados.
Los proveedores sufrían..., porque para pelear el precio siempre algo estaba mal, entonces no te podía pagar más de... y se armaba. El pagaba lo que quería, porque pagaba y todos contentos, eran proveedores y amigos. Algunos... porque con la verdulera la cosa era más jodida, a ella le decía suegra. Calabresa grandota, fuerte y de las que no le hacían asco a ningún trabajo. Mi abuela...
Doña Vicenta venia al pueblo en el charré, traía para que ayude, a la hija más chica, Yolanda...
Mi Vieja.
-- Que cara dura el gringuito, ni me conoce y ya me dice suegra. -Se sonreía la abuela, camino de vuelta a la chacra-.
Después de comer y con muy poca siesta, el Viejo salía en bicicleta por las chacras, a ver si conseguía pollos, lechones, huevos.....
Se metía en todas, de paso conocía a la gente..., relaciones públicas.
Así fue que supo donde vivía Doña Vicenta... y su hija. Conoció a Dn. Enrique y al resto de la familia. A la Negra, Luis y a Patatín.
Las relaciones comerciales aumentaron. Ahora también le compraba el ternero y ahí mismo, debajo de un tamarisco, lo carneaba. Mientras a la dura calabresa, en la cocina inventando un quehacer, se le escapaba una lágrima, porque era la cuarta cría de la overa...
Era muy joven, apenas una niña, cuando la abuela perdió a su padre en una pelea con los indios, que rondaban la casa, viendo que se podían robar.
No se había equivocado mi Abuelo... Cuando su hermano Pascuí se quiso casar con la más linda de las dos hermanas... él eligió la más trabajadora.
Era un tipo muy especial, con una filosofía de vida que en más de una oportunidad enfurecía a mi viejo.
-- Dn. Enrique..., Porqué no compra la chacra? -Sugería mi viejo, al ver que los abuelos, cuidaban y explotaban ese terreno que alquilaban, como si fuera de ellos.
-- La tierra‚ é de qui la trabacca.-Respondía tranquilamente, como despreciando el problema-
-- Si... Hasta que un día le peguen una patada en el culo y se quede de patitas en la calle...
Pero él estaba convencido. Porque lo había dicho Perón. Y porque en su inocencia de chacarero, no cabía la usura, ni las políticas, ni los ministros de economía. El conocía la tierra, el agua y el fruto, así de simple... y así de importante.
Cuando corría algún comentario de pelea entre hermanos, por un pedazo de tierra, se lamentaba....
-- E' lo que pasa... Especialmente en casa de lo Señores..... y lo que roban son lo mismo de la casa.
Más de una vez afirmaba:
-- Se viene lo ruso...
-- No papá, no va a pasar nada. –Se aburría mi vieja con esos comentarios del Abuelo.
-- Y... si lo dice el Esquiu.
Una revista escrita en marrón y blanco, que editaba la iglesia, y según él, no podía mentir.
Se la vendían en la misa. Cita obligada de los Domingos.
Todos los días después de comer, sentado en una silla petisa de asiento de paja, abajo del parral, la recorría de punta a punta, mientras le pegaba generosas pitadas a su pipa.
Vicio que supo despertar amores y odios. El fuerte olor a tabaco, a más de un integrante de la familia, no le caía muy bien, pero en verano cuando los mosquitos, no te dejaban disfrutar el fresco de la noche, era preferible el humo del Abuelo, antes que el fuerte olor a la bosta de caballo quemada.
Cuando se dice que las épocas pasadas fueron mejores, es porque se desconocen o no se tiene memoria. La vida en las chacras, del productor agropecuario, siempre fue difícil. Había que tener mucha cintura para esquivar la miseria.
La familia de Dn. Enrique, no era la excepción.
Luis, el mayor, llegó hasta sexto grado y con la tierra no se llevaba muy bien. La impotencia le saco muchas lágrimas, si ese día la leche no se vendía, no había con que comprar el pan y otras yerbas que le habían encargado.
Un pariente le ofreció trabajo en un bar y a trabajar de mozo se fue a Gral. Roca.
La colimba lo llevó a Buenos Aires.
Aprendió el oficio de zapatero y hecho raíces. Los primeros años venia de visita en Enero, después...
Después ya no volvería, como siempre la mayoría de los hijos de estos pueblos, se van para no volver más. Y Beltrán será solo un buen o mal recuerdo, pero solo eso, un recuerdo....
Algunas veces pienso si este será siempre el destino irremediable o es un desafío que debemos abrazar todos, en cada familia, en cada trinchera... chacra.... comercio.... industria... y torcer la historia o escribirla mejor.
Quien es responsable de nuestro destino sino nosotros mismos.
--Que te crees, tengo tres mujeres para mantener.
Con Nelly, su mujer, tubo dos hijas: Gladys y Sandra.
Fanático de Chacarita, después de comer ordenaba metódicamente:
--Traeme el flan con crema.
--Hoy no hice Luis... -entre resignada y molesta, contestaba su mujer-
--Traelo igual. !!..-ordenaba, disimulando una sonrisa, que le provocaba la situación tantas veces repetida-.
Mucho trato con él, no tuve, aunque cada viaje a Buenos Aires no dejábamos de visitarlo.
La Negra, siempre más independiente. Se casó con el Peri, aunque a la Abuela mucho no le gustara.
Con esfuerzo, pero siempre en yunta, trabajaron la tierra.
La historia de siempre: Cultivar la tierra, generar riqueza y morir en la pobreza.
Durante muchos años Perico fue el verdulero ambulante de Darwin. Me gustaba pasar una temporada en verano con ellos. Mi vieja no me podría haber encontrado mejores padrinos.
Con la Chispa, una yegua tordilla a la que solo le faltaba hablar, aunque con la expresión de sus ojos, eso no fuera necesario, trabajó la tierra y pudo llegar al U25 de Fiat. Veinticinco caballos de fuerza en un solo motor, era el orgullo de la Rinconada.
Pero era mi orgullo verlo trabajar igual que a mi viejo, uno la tierra y otro el comercio, y crecer, despacio, pero crecer.
Hoy me pregunto. ¿Qué pasó? ¿Qué nos pasó, a los rionegrinos? Acaso el tango Cambalache, no fue un tango y fue una profecía, que se manifiesta cada vez más fuerte. Y es el chorro, vago o corrupto lo mismo que un obrero, chacarero o comerciante.
Me parece que fue ayer, que vi a los productores sonrientes en sus tractores, haciendo cola para entregar el valioso fruto de la tierra, los tomates en Copico y Valle Medio, y las uvas a la Niña del Sur. Pero no fue así, ayer los vi en sus tractores, sin la sonrisa, sin ningún fruto valioso. Rostros duros, surcados de arrugas y el alma curtida de heladas y de oídos sordos.
¿Acaso los que gobiernan no son hijos de muchos de ellos? ¿Acaso la escuela no les enseñó a respetar el trabajo?.
Esta vez no hacían cola para entregar ningún fruto, iban a la ruta... a destapar orejas.
No se pierde la esperanza y de eso saben mucho, toda su vida la dedicaron a crear el verde, aunque los verdes no maduren en sus bolsillos.
¿De quien es la tierra?... No me importa quien lo dijo, ni porque, hoy estoy convencido que es de quien la trabaja.
No está lejos el día de las nuevas semillas,... de los nuevos pies,... de las nuevas cepas,... del dialogo fecundo,... del acuerdo sincero... y del abrazo eterno con mi hermano productor.
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por fin.. alguna ves me contaste que escribias pero nunca habia podido leer nada.. la verdad que me gusta mucho lo que acabo de leer.. felicitaciones..
ResponderEliminarnachito lamas