Por estos días estoy preocupado por algunos de mis amigos, que son los amigos de mi hijo, con los que estaré siempre agradecido por dejarme ser parte, por no hacer la diferencia que muestran los años.
Yo se, por experiencia que nos es fácil encontrar el camino cuando tenés veintipico.
Cuando la Argentina se debate en manos de incapaces y ladrones.
Cuando no podes programar mas allá del día a día.
Cuando un funcionario tiene el gobierno soñado y la realidad muestra que cada día hay menos posibilidades para los jóvenes que quisieran vivir dignamente algún día.
Estaba pensando en estas cosas y recordé una antigua leyenda de la Edad Media en la que un
hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente del reino y por eso desde el primer momento se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto... ¡ la horca !
El juez, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:
"Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de él tu destino."
Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente, tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino.
Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda 'CULPABLE', y la pobre víctima aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
El juez le dijo al hombre que tomara uno de los papeles doblados. Éste respiro profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos, y con una extraña sonrisa hizo su elección, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca... se lo tragó rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes reprocharon airadamente: "¿Pero qué hizo?, ¿y ahora?, ¿cómo vamos a saber el veredicto?"
-"Es muy sencillo"- respondió el hombre. "Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí".
Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Por eso amigos, cuando todo parezca perdido, usen la imaginación.
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