Desde muy chico tuve algo especial con los velorios, en realidad con la muerte misma. Me detuve a pensar si es normal que se cuenten chistes mientras se le hace el aguante al finado. Y llegue a la conclusión que uno trata de restarle importancia a la muerte, de ningunearla, aunque inconciente, sabemos que es inútil ir mas rápido por la vida, ella en algún momento te alcanza.
Así que desde ese día cuando saludo algún deudo solo lo abrazo, no digo nada, total ya sabe porque vine. Es como si te acusan, todo lo que digas puede ser usado en tu contra.
Y como pasa la vida naturalmente viene la muerte y en el medio depende de vos lo que hagas con ese tiempo.
No recuerdo cual fue mi primer velorio, pero hay uno que nunca podré olvidar.
En el pueblo seriamos seis los que siempre estábamos juntos en el camino de la vida.
Fueron muchos años de compartirlo todo. Pero ya te dije. La parca te alcanza en algún momento. Y lo alcanzo primero al negro Calfin, que le decían Kuwait porque estuvo 150 días tomado.
El negro era un buen tipo y más ahora que estaba muerto. Porque hasta los más jodidos cuando mueren se convierten y todos se acuerdan de lo bueno que era el finado.
Pero este era bueno en serio. Pero chupaba. Nos enteramos que había muerto porque en el hospital no lo reclamaba nadie y se acordaron de nosotros, sus amigos de siempre.
Nos juntamos en el taller y decidimos que Kuwait merecía un velorio con los que el hubiera querido estar.
Fuimos a buscarlo y organizamos todo para estar solo nosotros con el. Total quien se podría ofender si no le prestaron atención en vida.
Compramos asado, pan, bastante vino y lo llevamos al taller.
Kuwait siempre andaba de traje con un sombrerito petitero que le daba pinta de malebo del 900.
Lo acomodamos en una silla cerca del fuego donde siempre charlábamos mientras se hacia el asado y al principio nos pareció extraño que no dijera nada, pero después de media hora era normal que quedara mudo. El chupaba.
Cuando estuvo listo el asado, como de costumbre, lo arrimamos a la mesa.
Comimos. Contamos las mismas anécdotas de siempre y Kuwait… callado nomás.
Después pensamos que Kuwait, merecía un velorio como la gente.
Pero eso cuesta plata y no estábamos para gastos.
- El Salón Comunitario del Santa Cristina te lo prestan para estos casos.- comento José Salinas.
- Que hacemos con Kuwait? – pregunto el Ruso.
-Y lo llevamos – le dije- Quien se va a dar cuenta que esta muerto?
Lo sentamos detrás del asiento del conductor en la combi, le pusimos el cinturón de seguridad y partimos.
Cuando llegamos nos atendió doña Carmen. Nos dijo que no tendría ningún problema en que lo veláramos allí pero que tenia que ser en un cajón y que ella no lo preparaba, que lo tendríamos que hacer nosotros. Y donde conseguimos un cajón a esta hora pensé.
El único que tenia guardia para estos casos era Valentíni, pero en Choele.
Le dije a doña Carmen que acomodara el Salón que volveríamos enseguida y salimos.
Íbamos llegando a Choele cuando nos paró la cana.
-Buenas noches- dijo el milico- carné de conductor, tarjeta verde…
Miraba de reojo a Kuwait.
-¿Parece que esta muerto el amigo? – Bromeo el milico.
- Si, se tomo todo el vino- comento el Ruso. Y no estaba equivocado porque en tantos años de curda era mucho lo que se había tomado.
- No lo dejen manejar a la vuelta – recomendó. Y ordeno que continuemos.
Efectivamente en la funeraria pudimos comprar un cajón donde calculamos que estaría cómodo nuestro amigo.
Regresábamos y otra vez la cana. El mismo milico nos reconoció y nos dijo sonriente…
- Ah, disculpen muchachos ustedes son los del muerto… sigan nomás… pero pónganlo a dormir la mona porque esta duro el hombre.
- Este no se despierta más. –Comento el ruso-
Cuando nos alejamos un poco, José Salinas que no era de mucho hablar concluyo lo más tranquilo…
- Si tenes el carné vencido te procesan, pero podes dedicarte a pasear los muertos que estos encima te dan consejos.
En el Salón doña Carmen tenía todo listo. Había acomodado en una pared del costado un crucifico, dos candelabros grandes uno a cada lado, dos caballetes de las mesas que usaban en el comedor para que pusiéramos el cajón y varias sillas contra la pared.
Al fondo y a un costado había una mesita con caramelos y ya tenia listo el café.
Bajamos a Kuwait entre dos y dos mas acomodaron el cajón en los caballetes. Lo metimos como pudimos lo peinamos un poco le cruzamos las manos y arriba el sombrerito petitero. Nos quedamos mirándolo un momento y doña Carmen pregunto…
- ¿Van a estar ustedes solos muchachos?
Cruzamos miradas pensando en quien faltaba, pero estábamos todos.
Entonces doña Carmen dijo que alguien tenía que rezar y que no era bueno que nadie lo llore porque se podía ofender el espíritu del muerto.
Ninguno de nosotros estábamos en condiciones de hacer la tarea. Doña Carmen entendió con nuestro silencio que debería ocuparse de esos detalles. Se calzo un ponchito y salio.
Nosotros nos servimos café.
Al rato llegaron varias viejas que se acomodaron en las sillas rodeando el cajón. Una, se encargo de los padres nuestros y otra de los Ave María.
Desde donde yo estaba alcanzaba a ver a las viejas con el cajón en medio y la puerta de entrada.
En eso se abrió la puerta de un golpe y entro Antibiótico, un compañero de curdas de Kuwait, que le decían así porque se tomaba cada ocho horas y se veía que estaba bajo los efectos de uno muy potente.
Parece que ya se había notado la ausencia de Kuwait y por supuesto primero en los bares conocían la noticia.
Antibiótico se arrimo despacito al cajón y haciendo gestos pretendía aclarar la vista y se tambaleaba.
- No somos nada. – Comento resignado- Te dije que no chuparas más, ¿viste lo que te paso? – le reprochaba a Kuwait.
Se quedo un momento allí como esperando respuesta de Kuwait y caminó hacia donde estábamos nosotros.
-¿Qué tal muchachos? – saludo. Y sobre la pata agregó…
-Si tuvieran algo fuerte para pasar el mal momento, se los agradecería.
Estaba muy claro que el daba consejos pero no los ponía en practica.
Las viejas seguían rezando y yo me preguntaba si alguna vez Kuwait lo había echo.
El chueco Roldán comentaba que en esos días había perdido un caballo, que lo estuvo buscando por todos lados y que sospechaba que se lo hubieran comido.
Antibiótico escuchaba y enseguida acuso a Firulete porque lo había visto con plata y ahora entendía todo.
Ya estaba aclarando cuando llego La Marta, la campera de lana al revés para que no se viera la mugre, una media de cada color, alpargatas bigotudas en chancletas y barbuda como nunca. Miraba para todos lados buscando con quien llorar pero todas rezaban.
Se paro al lado del cajón, moqueó un rato y se arrimo para el fondo.
Cuando la vi venir decidí que era un buen momento para salir a fumar un cigarrillo, no vaya a ser cosa que me agarre justamente a mi para desahogarse, no se de que porque a Kuwait apenas lo conocía. Pero conociéndola sabía que siempre andaba con ganas de llorar y de babosear a alguien. La esquive con lo justo y salí.
Ya estaba de día. Lindo sol de primavera. Una vieja pasaba en bicicleta y pregunto quien era el finado. Le dije y voleo la pierna. Recostó la bicicleta en una planta de la vereda y se metió. Ya era un velorio exitoso pensé.
Estaba dando la última pitada a mi cigarro cuando lo veo a Cochengo que viene en el Rastrojero. Lo paro y le pregunto si tendría algún problema en venir como a las diez para llevar a Kuwait hasta el cementerio así las viejas podían ir en la combi y nosotros caminando. No puso ninguna excusa porque tenía tiempo de dormir un rato ya que él venia del bar de Fuentealva y estaba enterado de la desgracia.
Recien cerraba Fuentealva y cada borracho a su casa. Cuando miro la puerta del Salón veo que entran dos al velorio. Me apuro y entro detrás de ellos. Sorprendidos los curdas que pensaban haber encontrado otro bar para seguir chupando.
Uno le dice al otro:- Ramón, mira la vieja esa como llora.El otro le contesta:- Cállate, y vamos a escuchar que dice...Y la mujer dice:- Se lo llevan donde no hay agua, donde no hay comida, donde no hay luz, donde no hay mujeres...Y el borracho preocupado le dice a Ramón:- Ramón, rajemos que lo llevan pa' tu casa !!!!
Como pueden giran sobre sus pasos y salen.
Me corro hasta el fondo, veo que ya había llegado el cura para despedir a Kuwait y estaba sentado al lado de Antibiótico que leía el diario.
El cura finge que Antibiótico no existe y disimula su incomodidad. Al rato, Antibiótico mira al cura y le pregunta:- Oiga buen hombre! Puede decirme qué cosas causan artritis?El cura, molesto, le responde en tono sarcástico…- Ciertamente la vida relajada, el andar frecuentando mujeres mundanas, los excesos con el alcohol y todas esas porquerías...!!!- Dios me libre!!!! -responde Antibiótico volviendo a su lectura-.El cura, pensando en lo que dijo al pobre infeliz, decide disculparse y le dice en tono comprensivo…- Disculpe usted, no quise ser tan rudo... ¿Desde cuándo sufre de artritis?.- Yo, nunca la padecí, padre! Sólo estaba leyendo en éste diario que el Papa la sufre hace unos meses.
Yo a estas alturas pensaba en el pobre Kuwait, que si no hubiera estado muerto lo bien que lo hubiera pasado en su velorio. Pero de cualquier forma sentí satisfacción, supe en ese momento que todo estaba como hubiese querido Kuwait.
Llego el momento de llevarlo al cementerio y por allá apareció Cochengo que ya había dejado el rastrojero en la puerta del Salón.
El cura dio el último responso, nos despedimos de nuestro amigo y cerramos el cajón.
Cada uno de nosotros tomo una manija y Antibiótico se prendió también.
Cuando salíamos trastabilló y una vieja le dijo que fuera con cuidado a ver si se caía el cajón. Antibiótico la mira y le dice…
- No se preocupe señora el que va adentro esta muerto.
Cargamos el cajón en el Rastrojero, subieron las viejas en la combi y nosotros caminamos atrás camino al cementerio.
Habíamos salido del pueblo cuando veo que el chueco Roldán se sube a un terraplén de un desagüe y mira con mucha atención para adentro de una chacra.
Al rato se nos une en la procesión. Veo que ha cambiado el semblante y le pregunto…
-¿Que mirabas allá chueco?
- Desgracia con suerte –me dice muy serio- Murió Kuwait pero encontré el caballo.
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