domingo, 4 de octubre de 2009

EL DIA QUE SARA CONOSCA A WALTER

El invierno ya daba sus últimos estertores, cuando Walter entro en aquel restaurante de renombre.
Un viejo cartel de madera en el fondo del local, como un homenaje a su fundador, iluminado apenas con dos faroles de jardín, indicaba que estaba en el lugar correcto.
Le habían dicho que en el restauran del alemán Shulember, encontraría lo ideal para calmar su apetito. Tomo una mesa junto a la ventana y aprovechando la luz natural de aquel día de primavera, se dispuso a hojear detenidamente el menú que estaba dispuesto en cada una de las mesas. Pensó que era el tiempo justo de cambiar su dieta de carnes.
Después de decidir por uno de aquellos manjares de vegetales perfectamente descritos, se quedo mirando el patio donde las rosas multicolores se combinaban con enormes cipreses que daban al lugar una hermosa vista que invitaba a la relajación. Sus cotidianos problemas con los cultivos y el clima que lo tenían preocupado fueron dando paso a una hermosa sensación de paz y tranquilidad.
Se sorprendió cuando una voz femenina lo rescato de sus pensamientos preguntándole si ya tenía decidido su pedido.
Una hermosa mujer de ojos tristes y de sonrisa fingida, parada junto a su mesa, esperaba distraídamente su respuesta mirándolo fijamente a los ojos. Después de tomar nota, la vio dirigirse a donde supuestamente se encontraba la cocina.
Pasaron escasos minutos y no pudo retirar sus ojos de aquella mujer que se acercaba con su comida en una bandeja.
- Mi nombre es Sara –dijo como respondiendo al interrogante de aquella mirada- Si desea algo, por favor, solo llámeme por mi nombre.
Dejo en la mesa lo que traía.
Walter no podía disimular que se sentía atraído por Sara. Bebió un pequeño sorbo de la gaseosa dietética y antes que se retire se animo a pedirle -viendo que era el único cliente del lugar- si podía compartir su mesa, que no estaba acostumbrado a comer solo y que se sentiría muy a gusto si charlaba con él. Sin decir nada, Sara dejo la bandeja en la mesa mas cercana y se sentó. Walter agradeció mientras retomaba el lugar en su silla después de amagar levantarse a modo de cortesía.
- ¿Usted no hace mucho que ha venido al pueblo? –pregunto Sara demostrando algún interés que Walter noto rápidamente.
Pero imaginó que aquel interés seguramente lo tendría con todos los clientes del lugar y que seria parte de las atenciones que lo habían hecho famoso.
Walter contó su historia reciente en el pueblo y se interesó por la vida de Sara.
Eso la sorprendió. A los clientes les gustaba hablar de sus proyectos y su vida pasada.
Ninguno se había interesado por la vida de la mesera. Se sintió alagada.
Cuando llego la hora del postre ya eran amigos. Conocían sus gustos y sus temores, algunos compartidos, como la lectura. Mientras compartían el café comentaron las novelas que estaban leyendo. Y Sara se lo imagino en el claustro junto a la chimenea, acortando las largas noches de invierno.
A la hora de pagar Walter no pudo disimular su perturbación. Dejo el dinero sobre la mesa y se despidió de Sara rápidamente con la promesa de volver otro día porque todo había estado a su gusto, la comida y fundamentalmente la conversación.
Cuando estaba girando sobre sus pasos para irse, Sara le dijo que no era necesaria la propina, que con los trece pesos de la cuenta era suficiente.
No la escucho y se fue. Sara se encogió de hombros y se dispuso a terminar la tarea del día mientras recorría en su memoria las compras para el siguiente. Cuando se percato que era viernes, miro la puerta por donde algunos momentos antes había salido aquel personaje. Después de haberle comentado muchas cosas de su vida, tomo conciencia que ni siquiera sabía su nombre.
Retomo el trabajo pero no pudo quitar de su mente aquel hombre amable con el que se sintió tan importante y su imaginación comenzó a tejer diversas historias posibles que fueran responsables de la superstición del cliente.
No pudo menos que sonreír por las contradicciones de los hombres.
De un golpe desplazo el carro de su vieja Olivetti y continúo transcribiendo el texto que le habían encomendado. El sol se desplomaba detrás de los cipreses, el aroma de las rosas penetraba desde el jardín y se dispuso a tomar un merecido descanso. Estiro sus dedos adoloridos y cerro los ojos.
Walter entro al restauran tomo una mesa junto a la ventana y aprovechando la luz natural de aquel día de primavera, se dispuso a hojear detenidamente el menú que estaba dispuesto en cada una de las mesas…

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