Mi hijo Toni estaba viajando desde Bahía Blanca y me pidió que lo fuera a buscar a la terminal de Choele Choel, distante unos diez kilómetros de mi pueblo.
Como a las 20 hs, monte en mi chiva vieja y salí. Ya llegando a Choele, a la altura de la calle Avellaneda por la ruta 250, me detiene un control policial en operativo. Se acerca un uniformado y me solicita la licencia de conducir y la documentación del vehiculo, llámese Tarjeta Verde.
Se lo entrego y me comunica que se encuentra vencido el carnet desde el 16 de noviembre del año pasado, es decir, que no tenia carnet, según me dijo el policía actuante, porque tener el carnet vencido equivale a no tenerlo.
La verdad no me había percatado del detalle por varios motivos. En principio se podría decir que soy de poco salir y luego cuando lo hago, lo mas lejos que voy es hasta Choele por algún tramite o como en esta oportunidad, a dejar o buscar a mis hijos en la terminal y este tipo de operativos son bastante esporádicos y mas de una vez no me detienen por ser un viejo conocido de la zona.
Lamentando el incidente, le solicito que me haga la correspondiente infracción, reconociendo que el carnet estaba vencido y de esa manera poder continuar con mi cometido de buscar a mi hijo a la terminal.
Fue entonces cuando el policía me dice que debo ir hasta el destacamento que se encuentra vecino a la Sociedad Rural a unos cinco kilómetros de donde nos encontrábamos. Inmediatamente le dije que si, que pasaba por la terminal a buscar a mi hijo y de allí al destacamento. Dijo que no había ningún problema, y arranco.
Un patrullero me sigue, y pienso que casualmente iba para el mismo lugar que yo, llegando a la terminal enciende la sirena y veo que por la Calle Kennedy, venían dos patrulleros más y una moto patrulla, todos con sus respectivas sirenas y luces encendidas. Ingreso a la playa de estacionamiento de la terminal y veo con asombro que todo ese despliegue policial también ingresa detrás. Estaciono y me bajo tratando de ver que es lo que estaba pasando porque no es muy común, digamos mas bien extraordinario, que se produzca una persecución policial de tal envergadura en la zona.
Es entonces cuando me sorprendo rodeado de al menos tres patrulleros y una motocicleta sumando en total unos ocho policías uniformados, armados y mostrando una hostilidad insospechada hacia mi persona.
Pregunto que paso, que fue lo grave de mis actos?.
A lo que me responden que estaba incurriendo en una resistencia y desobediencia a la autoridad, y me mencionan el Art. 239 del código penal, que por mi ignorancia desconocía, aunque es deber de cada ciudadano conocer cada uno y recordar de memoria los artículos del código penal.
Explico la situación y les digo que ni bien pueda encontrarme con mi hijo me presentaría en el destacamento sin ningún problema, ratificando mi identificación y mi domicilio, como para que no pensaran que era mi intención fugarme en una Chevrolet 89 mas conocida que la ruda, para nunca mas ser visto por la zona. En ese momento por medios radiales se comunican con el jefe del operativo quien llega al lugar en otro patrullero con tres policías más a bordo.
Yo me sentía como en Expreso de medianoche, un traficante de drogas, un asesino, un ladrón, pero en realidad estaba tranquilo porque sabía que mi falta se limitaba a tener el carnet vencido. El jefe del operativo entiende la situación y me permite esperar el arribo del micro pero con la custodia de dos policías. Yo voy hacia los andenes, entre al menos un centenar de personas sorprendidas y asustadas por el operativo al mejor estilo Hollywood, y averiguo que el micro llega en unos diez minutos. Vuelvo y les comunico a mis custodios policiales que me demoraría ese tiempo porque era lo que el micro tardaría.
Es entonces cuando uno de ellos me increpa diciendo a viva voz que me estaba declarando en rebeldía por lo que debía llamar nuevamente pero esta vez al jefe del destacamento quien vendría en persona para que yo le explique porque aun no iba a concurrir al destacamento.
Mientras lo espero decido tomar un café en la confitería de la Terminal y me hubico en una mesa en el interior de la misma. A los pocos minutos veo que un gran despliegue policial se esta produciendo en la puerta, donde ahora si, un gran numero de policías se mezclaban con la gente esperando mi resistencia porque tenía el carnet vencido. Un oficial se acerca a la mesa donde tomaba mi café y le pregunto si todo ese operativo era por mi falta gravísima de tener el carnet vencido.
-Me va tener que acompañar- dijo con tono autoritario el gorrudo.
Y salgo con él de la confitería donde inmediatamente me rodean al menos seis uniformados y camino entre ellos hacia la playa de estacionamiento. Nuevamente me ordenan que en forma inmediata debo ir al destacamento y les pregunto si no podíamos esperar a esta altura unos dos minutos mas para no desencontrarme con mi hijo. A lo que me respondió que no. Que ya mismo debía acompañarlo en calidad de detenido y ya sinceramente pensé en el valor que tiene el carnet de conductor vencido.
Pero accedí al pedido y me subí al patrullero y desde allí pude ver hacia la Terminal como la gente en gran numero presenciaba el espectáculo, de la detención del peligroso delincuente que había cometido el horrible crimen de no darse cuenta que tenia el carnet vencido.
Con las luces y las sirenas de dos patrulleros y una motocicleta soy llevado al destacamento donde me preguntan nuevamente mi nombre y apellido, domicilio y numero de documento. Grande fue mi sorpresa cuando escucho al oficial decir que iba a comunicar del acontecimiento al fiscal Flores con quien habla por te. Y aparentemente este le indica que se me notifique de mi procesamiento por el artículo mencionado.
En ese momento mi hijo era traído con su equipaje en el patrullero también al destacamento el que había sido notificado por dos policías, en cuanto bajó del micro, de que debía acompañarlos, todo esto frente a la misma cantidad de publico presente en la Terminal, entre los que, obviamente por ser una persona que ha vivido siempre en la zona, me conocen y también a mi hijo y que segura y tranquilamente pueden estar pensando en cualquier clase de delito grabe menos en que tenia el carnet vencido.
Así las cosas, me notifican del procesamiento y la causa penal que ahora me inician y que para retirar el vehiculo de la playa de estacionamiento de la Terminal tendría que buscar a alguien con el carnet en condiciones. En esto llega mi hijo…
-¿Que cagada te mandaste?- Preguntó.
- Se me venció el carnet.-
- ¿Y por eso todo este quilombo?
- Parece que es grave che. Me van a procesar-
- No jodas…
El oficial que escuchaba nuestra conversación comenzaba a llenársele de colores la cara.
- No te jodo. Se me venció el carnet y ahora tenemos que pedirle a alguien con uno en condiciones para que nos saque. Estamos los tres presos…
- ¿Quiénes tres?...
- Vos, yo y la chiva en la terminal… No la viste?
- Si, allá estaba, custodiada.
- Puedo usar el teléfono para llamar a alguien que nos venga a buscar?- Pregunte al colorido Oficial.
- No. No se puede usar el teléfono para cosas particulares.- Respondió el Oficial, con la vena yugular que le explotaba en el cuello.
Por suerte mi hijo tenía un celular y llamamos a un amigo de Luis Beltrán para que nos vaya a rescatar del mal trance. Si no hubiera contado con un celular seguramente aun estaríamos caminando por las instalaciones de la rural para ver si alguna vaca tenía el carnet actualizado. En conclusión después de dos horas de idas y venidas podemos recuperar la libertad… los tres.
Cuando llego a casa comienza a sonar el teléfono, muchos de mis amigos querían saber que era lo que me había pasado, con la lógica preocupación que produce este tipo de despliegues policiales y en el cual yo estaba involucrado, pero nadie sabía que se me había vencido el carnet. Agradecí la preocupación y lamente haberlos inquietado con mi carnet vencido.
Uno piensa… bueno, aquí termina la historia. Pero no. Error.
Como a los dos meses me citan a declarar en los tribunales penales.
Parece que la justicia también andaba sobrada de tiempo y personal y se dedicaron a investigar porque se me había vencido el carnet.
- ¿Sabe usted que esta procesado por infracción al artículo tal y tal del código penal, etc, etc. ¿Y que tiene derecho a que lo acompañe un abogado de su elección y si no tiene uno el estado se lo provee?...- Dijo la gordita que me atendió, disfrazada de abogada pero que apenas termino 5to, picoteando en una PC desvencijada por el traqueteo de tanto papel gastado al pedo.
- Yo no tengo recursos para un abogado que me defienda del carnet vencido.- Respondí- Así que nómbreme uno nomás…
- Bueno va a tener que ir a tal dirección en el segundo piso arriba del Banco Patagonia y pregunte por el Dr. Fulano de Tal que yo lo voy a llamar para que lo atienda.
A pata, el tipo salio pateando piedritas, o sea yo, a ver a mi abogado que no conocía, pero como era gratis, me causaba mucha gracia, con todo lo que he pagado de honorarios de estos cuervos por fin tenia uno gratis. Y andaba con tiempo para defenderme del carnet vencido.
Subí las escaleras y le di unos golpes a la puerta que me había indicado la gordita.
Me atiende la secretaria de la secretaria de mi abogado, que estaba para atender la puerta y cebar mates, pero disfrazada de abogada.
Le dije quien era y a lo que venia y dijo que enseguida me atiende el Dr.
Te hacen esperar un poco, como para disimular que están al cuete y al rato me hace pasar.
Me indicó por donde tenia la oficina el Dr. Y entré.
- Buenos días Dr.
- Pase, tome asiento- indicándome la silla y revolviendo los papeles amarillos de viejos que tenia cosidos con hilo choricero sobre el escritorio.
Me acomode y escuche que ya estaba al tanto del problema y haciéndose el simpático me dijo…
- Bueno este tema se puede resolver fácilmente.
- Me parece bien- dije yo, pensando que por fin alguien la tiene clara.
- Con cien litros de Gas Oil, nos olvidamos del tema y no te quedan antecedentes.
- Bueno- le dije- el tema es que yo uso una camioneta naftera. ¿No habrá una posibilidad que en vez de Gas Oil sea nafta?. Aunque sea común no importa…
- No, usted no entiende –me dijo- Usted es el que tiene que pagar cien litros de Gas Oil.
Entonces me puse serio. Estos tipos chuparon algo fuerte a la mañana temprano, pensé. Y allí nomás, haciéndome el caliente le dije que yo no tenia nada que pagar porque no había cometido ningún delito como para una condena semejante y que mas vale que me defendiera como corresponde porque para eso era mi abogado defensor, que no se abusara de mi pobreza porque había recurrido al defensor del estado, porque estaba dispuesto a vender lo que sea para pagar un abogado que le hiciera juicio a él, por incompetencia, si no me defendía como corresponde de mi carnet vencido.
Pidió que me tranquilizara y pregunto si quería declarar, de lo contrario podía negarme, que él me recomendaba no hacerlo y con eso no pasaba nada. Yo, la verdad, no entendía nada. ¿Porque no iba a declarar si tenia razón? Además lo que yo quería era declarar, así le daba trabajo a la gordita y de paso aprovechaba el viaje a Choele, ya que estaba. Me ordeno entonces que volviera al 30 y si tenía ganas de declarar que declare.
A pata, el tipo salio pateando piedritas, o sea yo, de vuelta al 30.
Pregunte por la gordita y me hicieron pasar a una oficina. Me senté al lado de la vieja computadora donde había estado antes y al ratito apareció la gordita.
- ¿Va a declarar?- preguntó.
- Si. –le dije y acomodándome en la silla, saque un cigarrillo y le pedí un cenicero.
- ¿Va a declarar? – Volvió a preguntar la gordita, mirando el reloj que marcaba casi el mediodía y ella seguramente quería tomarse el piojo a seguir descansando en la casa.- ¿El abogado le aconsejo que declare?- indagó.
- No. El me aconsejo que no lo hiciera, pero yo tengo ganas de declarar y voy a declarar – porque se me da la gana pensé, pero no iba a buscar bronca con la gordita que cumplía ordenes.
Cuando dispuso la vieja computadora, me aviso que empiece a declarar lo que había ocurrido la fatídica noche del carnet vencido. Me recomendó que lo hiciera despacio así podía escribir todo como yo lo contara.
Me hice hacia atrás cruzando las piernas, le di una pitada a mi cigarro y empecé…
- Resulta… que yo estaba en mi casa en Beltrán, cuando suena el teléfono. Atiendo y era mi hijo que esta estudiando en Bahía Blanca junto con su hermana y que como tenia unos días libres se venia a casa, por lo que me solicito que lo fuera a buscar a la terminal…
- No son necesarios los detalles.- dijo molesta la gordita.
Pensó que yo le estaba tomando el pelo, entonces le exprese que en realidad yo quería contarle como se sucedieron las cosas para que el juez entienda cuando lea el expediente que yo no iba a buscar un cargamento de drogas a la terminal, no pensaba fugarme, que no tenia intención de causar tantas molestias a la policía y menos a la justicia y mucho menos me había dado cuenta que tenia el carnet vencido.
La cuestión que después de una hora y media termine con mi declaración y la gordita la imprimió para que la firmara.
- Listo –dijo acercándome las cinco hojas de mi declaración- está tal y como usted lo declaró…
- Bueno pero yo acostumbro leer antes de firmar, así que si me disculpa quiero ver que todo este como corresponde a los hechos.
La gordita volvió a mirar el reloj y me apiade de ella y firme al pie de cada hoja.
- Esto es todo –pregunte-
- Si. Después lo va a citar seguramente el juez para que ratifique o rectifique su declaración.
La salude y me fui.
Ahora ustedes piensan… acá termina la historia. Pero no. Error.
Después de dos o tres meses, nuevamente recibo una citación al 30. El día y hora establecido, me presento y me comunican que el fiscal Flores me va a atender en unos minutos. Ya saben, la maniobra de siempre, te acomodas, esperas y cuando ya disimularon bastante, te hacen pasar.
- Buen día Dr.
-Buen día Norberto. Acá tengo el expediente del tema tuyo. Yo creo que con cien litros de Gas Oil arreglamos todo para que no te queden antecedentes. –comento como para que agarre viaje y terminar con el tema ridículo en que lo habían metido, según él, los milicos boludos.
- Yo ya le dije a mi abogado defensor que mi camioneta es naftera y si lo quieren arreglar así que me conformo con nafta común, que la chiva no es delicada.
- Pará que vos no estas entendiendo. El que tendría que poner el Gas Oil sos vos. –como si yo no me hubiera dado cuenta como venia la mano.
Me hacía pero no era.
- ¿Ya me condenaron entonces?. –pregunte-
- No. Esta citación es para que ratifiques o rectifiques todo lo declarado. –mientras iba pasando las cinco hojas de mi escueta declaración.
Le iba a pedir la declaración para revisarla nuevamente y después me dio lastima, ya había visto pasar mi firma en cada una de las hojas y simplemente me limite a decirle que ratificaba todo lo dicho.
- Bueno –dijo Flores- estos pelotudos encima han declarado que rectifican todo lo dicho. Si serán boludos.
Y agrego otros adjetivos, con los que yo estaba totalmente de acuerdo, pero no se lo dije.
Dado por finalizado el acto me despido deseándole buena suerte y que fue un gusto saludarlo.
Después de al menos tres años recibo una notificación del 30 en la que por motivos de caducidad de la causa se me exime de culpa y cargo en los autos caratulados Norberto Pirri s/infracción al art 239 del código penal bla bla.
Esta es la anécdota hasta aquí para todos aquellos que piensan que la policía y la justicia realmente no se ocupan de las cosas importantes que suceden en el Valle Medio.
Deben saber, que es tan vertiginosa en la resolución de los casos de asesinatos, robos a mano armada, tráfico de drogas y otros crímenes menores, que aun les queda tiempo y recursos para destinar varios efectivos y unidades móviles en la captura, detención y posterior procesamiento, a un vecino común sin antecedentes que tiene el carnet vencido. La justicia Señores… anda sobre ruedas, lo que quiere decir que además de ciega, es paralítica
sábado, 31 de octubre de 2009
viernes, 30 de octubre de 2009
No creas que siempre lo ves todo...
A veces la apariencia no es todo.
Me levante del banco, estire la chaqueta de mi uniforme de soldado y estudie a la muchedumbre que hormigueaba en el Centro Cívico de Bariloche observando el mejor ángulo para la foto. Buscaba a la chica cuyo corazón conocía, pero cuya cara no había visto jamás, la chica con una rosa en el pelo. Mi interés en ella había empezado trece meses antes en una biblioteca de Bariloche. Al tomar un libro de un estante, me sentí intrigado, no por las palabras del libro, sino por las notas escritas a lápiz en el margen.
Uno escuchó muchas veces anécdotas de la colimba y seguramente muy pocas tienen que ver con mujeres, normalmente uno se acuerda de aquel cabo o sargento que nos pegara un buen baile por dormir en la guardia o por no hacer como corresponde el cuerpo a tierra sobre el barro que deja la nieve.
Recuerdo haber estado tres días en el calabozo de la guardia por quedarme a pasar el primero de año en Las Grutas, pero la playa estaba hermosa y el sol doraba mi piel mientras hacia fiaca panza arriba y miraba las minas que pasaban, unas mas buenas que otras, cruzaba seriamente por mi mente la posibilidad de hacerme desertor.
De todos modos no me quejo, pasaron muchas cosas interesantes en ese año.
Mi carácter extrovertido y calentón siempre me destaco del resto de la tropa, eso me trajo algunos bailes extras y algunos beneficios. Al poco tiempo de haber terminado la instrucción en el campo y habernos instalado en el cuartel, me designaron presidente del club de soldados. De nuestro magro, casi ridículo, sueldo de soldado, nos descontaban unas chirolas para el club. Con eso había que comprar desde pelotitas de ping pong hasta algunos libros, que servían en los momentos de ocio. Mi antecesor en el cargo, un colimba de la 59, se destaco por ser muy conservador y cuando me hice cargo del inventario me encontré con unos cuantos mangos depositados en caja de ahorro en un banco de la ciudad.
Hice una lista de las cosas que hacían falta en el club y el resto decidí invertirlo en algunos libros. Mientras seleccionaba los que pudieran ser de interés me detuve en uno que llamo mi atención por aquellas notas en lápiz. La suave letra reflejaba un alma pensativa y una mente lucida. En la primera pagina del libro, descubrí el nombre de la antigua propietaria del libro, Ana Schumm. Invirtiendo tiempo y esfuerzo, conseguí su dirección.
Ella vivía en Buenos Aires. Le escribí una carta presentándome e invitándola a cartearnos, hoy le hubiera pedido el msn o el celu, pero tengan en cuenta que esto fue en la prehistoria, recuerdo haberme sorprendido con un radiograbador, imagínate, dos en uno, increíble proeza de la tecnología.
Durante el año y el mes que siguieron, ambos llegamos a conocernos a través de la correspondencia. Cada carta era una semilla que caía en un corazón fértil; un romance comenzaba a nacer. Le pedí una fotografía, pero ella se rehusó.
Ella pensaba que si realmente estaba interesado en ella, su apariencia no debía importarme.
Yo la imaginaba de distintas maneras, según las cartas que me escribiera y pensaba si algún día la conocería en persona. Seguramente hoy pasan estas situaciones con aquellas personas que se conocen en un chat del Internet. Pero en esos tiempos todo era mas lento, tan lento como el correo, la vida era mas lenta, quizás por eso se tienen mas recuerdos, hoy todo es tan rápido y efímero como el amor mismo. Te ibas a la cama con alguien después de meses de haberte conocido y hoy se van a la cama a conocerse. Algunas veces escuchas que tuvieron sexo pero no daba para preguntarle el apellido.
Cuando finalmente llego el día en que me daban la baja, fijamos nuestra primera cita a las siete de la tarde en el Centro Cívico de Bariloche.
Ella escribió: "Me reconocerás por la rosa roja que llevare puesta en el pelo." Así que a las siete en punto, estaba en el Centro, buscando a la chica cuyo corazón amaba, pero cuya cara desconocía.
Una joven venia hacia mi, y su figura era larga y delgada. Su cabello rubio caía hacia atrás en rizos dorados; sus ojos eran tan azules como flores. Sus labios carnosos y rosados, dejaban ver una dentadura perfecta, enfundada en su traje verde claro, era como la primavera encarnada. Comencé a caminar hacia ella, olvidando por completo que debía buscar una rosa roja en su pelo. Al acercarme, una pequeña y provocativa sonrisa curvo sus labios.
-¿Hola soldado?- murmuro.
Casi incontrolablemente, di un paso para seguirla y en ese momento vi a Ana Schumm. Estaba parada casi detrás de la chica. Era una mujer de más de cincuenta años, con cabello entrecano que asomaba bajo un sombrero gastado. Era bastante rellenita y sus pies, anchos como sus tobillos, lucían unos zapatos de tacón bajo.
La chica del traje verde se alejaba rápidamente. Me sentí como partido en dos, tan vivo era mi deseo de seguirla y, sin embargo, tan profundo era mi anhelo por conocer a la mujer cuyo espíritu me había acompañado tan sinceramente y que se confundía con el mío. Y ahí estaba ella. Su faz pálida y regordeta era dulce e inteligente, y sus ojos grises tenían un destello cálido y amable. No dude más. Mis dedos se apoyaron en las tapas gastadas de color azul del pequeño libro que haría que ella me identificara.
Esto no seria amor, pero seria algo lindo, algo quizás aun mejor que el amor: una amistad por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido. La salude y le extendí el libro a la mujer, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogaba la amargura de mi desencanto.
-Soy Norberto, y usted debe ser Ana Schumm. Estoy muy contento de que pudiera venir a nuestra cita. ¿Puedo invitarla a cenar?...
La cara de la mujer se ensancho con una sonrisa tolerante.
-No se de que se trata todo esto, muchacho –respondió- pero la señorita del traje verde que acaba de pasar me suplico que pusiera esta rosa en mi pelo. Y me pidió que si usted me invitaba a cenar, por favor le dijera que ella lo esta esperando en el restaurante que esta cruzando la calle.
Dijo que era algo así como una prueba.
No es difícil entender y admirar la sabiduría de Ana Schumm. La verdadera naturaleza del corazón se descubre en su respuesta a lo que no es atractivo. "Dime a quien amas, y te diré quien eres."
Me levante del banco, estire la chaqueta de mi uniforme de soldado y estudie a la muchedumbre que hormigueaba en el Centro Cívico de Bariloche observando el mejor ángulo para la foto. Buscaba a la chica cuyo corazón conocía, pero cuya cara no había visto jamás, la chica con una rosa en el pelo. Mi interés en ella había empezado trece meses antes en una biblioteca de Bariloche. Al tomar un libro de un estante, me sentí intrigado, no por las palabras del libro, sino por las notas escritas a lápiz en el margen.
Uno escuchó muchas veces anécdotas de la colimba y seguramente muy pocas tienen que ver con mujeres, normalmente uno se acuerda de aquel cabo o sargento que nos pegara un buen baile por dormir en la guardia o por no hacer como corresponde el cuerpo a tierra sobre el barro que deja la nieve.
Recuerdo haber estado tres días en el calabozo de la guardia por quedarme a pasar el primero de año en Las Grutas, pero la playa estaba hermosa y el sol doraba mi piel mientras hacia fiaca panza arriba y miraba las minas que pasaban, unas mas buenas que otras, cruzaba seriamente por mi mente la posibilidad de hacerme desertor.
De todos modos no me quejo, pasaron muchas cosas interesantes en ese año.
Mi carácter extrovertido y calentón siempre me destaco del resto de la tropa, eso me trajo algunos bailes extras y algunos beneficios. Al poco tiempo de haber terminado la instrucción en el campo y habernos instalado en el cuartel, me designaron presidente del club de soldados. De nuestro magro, casi ridículo, sueldo de soldado, nos descontaban unas chirolas para el club. Con eso había que comprar desde pelotitas de ping pong hasta algunos libros, que servían en los momentos de ocio. Mi antecesor en el cargo, un colimba de la 59, se destaco por ser muy conservador y cuando me hice cargo del inventario me encontré con unos cuantos mangos depositados en caja de ahorro en un banco de la ciudad.
Hice una lista de las cosas que hacían falta en el club y el resto decidí invertirlo en algunos libros. Mientras seleccionaba los que pudieran ser de interés me detuve en uno que llamo mi atención por aquellas notas en lápiz. La suave letra reflejaba un alma pensativa y una mente lucida. En la primera pagina del libro, descubrí el nombre de la antigua propietaria del libro, Ana Schumm. Invirtiendo tiempo y esfuerzo, conseguí su dirección.
Ella vivía en Buenos Aires. Le escribí una carta presentándome e invitándola a cartearnos, hoy le hubiera pedido el msn o el celu, pero tengan en cuenta que esto fue en la prehistoria, recuerdo haberme sorprendido con un radiograbador, imagínate, dos en uno, increíble proeza de la tecnología.
Durante el año y el mes que siguieron, ambos llegamos a conocernos a través de la correspondencia. Cada carta era una semilla que caía en un corazón fértil; un romance comenzaba a nacer. Le pedí una fotografía, pero ella se rehusó.
Ella pensaba que si realmente estaba interesado en ella, su apariencia no debía importarme.
Yo la imaginaba de distintas maneras, según las cartas que me escribiera y pensaba si algún día la conocería en persona. Seguramente hoy pasan estas situaciones con aquellas personas que se conocen en un chat del Internet. Pero en esos tiempos todo era mas lento, tan lento como el correo, la vida era mas lenta, quizás por eso se tienen mas recuerdos, hoy todo es tan rápido y efímero como el amor mismo. Te ibas a la cama con alguien después de meses de haberte conocido y hoy se van a la cama a conocerse. Algunas veces escuchas que tuvieron sexo pero no daba para preguntarle el apellido.
Cuando finalmente llego el día en que me daban la baja, fijamos nuestra primera cita a las siete de la tarde en el Centro Cívico de Bariloche.
Ella escribió: "Me reconocerás por la rosa roja que llevare puesta en el pelo." Así que a las siete en punto, estaba en el Centro, buscando a la chica cuyo corazón amaba, pero cuya cara desconocía.
Una joven venia hacia mi, y su figura era larga y delgada. Su cabello rubio caía hacia atrás en rizos dorados; sus ojos eran tan azules como flores. Sus labios carnosos y rosados, dejaban ver una dentadura perfecta, enfundada en su traje verde claro, era como la primavera encarnada. Comencé a caminar hacia ella, olvidando por completo que debía buscar una rosa roja en su pelo. Al acercarme, una pequeña y provocativa sonrisa curvo sus labios.
-¿Hola soldado?- murmuro.
Casi incontrolablemente, di un paso para seguirla y en ese momento vi a Ana Schumm. Estaba parada casi detrás de la chica. Era una mujer de más de cincuenta años, con cabello entrecano que asomaba bajo un sombrero gastado. Era bastante rellenita y sus pies, anchos como sus tobillos, lucían unos zapatos de tacón bajo.
La chica del traje verde se alejaba rápidamente. Me sentí como partido en dos, tan vivo era mi deseo de seguirla y, sin embargo, tan profundo era mi anhelo por conocer a la mujer cuyo espíritu me había acompañado tan sinceramente y que se confundía con el mío. Y ahí estaba ella. Su faz pálida y regordeta era dulce e inteligente, y sus ojos grises tenían un destello cálido y amable. No dude más. Mis dedos se apoyaron en las tapas gastadas de color azul del pequeño libro que haría que ella me identificara.
Esto no seria amor, pero seria algo lindo, algo quizás aun mejor que el amor: una amistad por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido. La salude y le extendí el libro a la mujer, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogaba la amargura de mi desencanto.
-Soy Norberto, y usted debe ser Ana Schumm. Estoy muy contento de que pudiera venir a nuestra cita. ¿Puedo invitarla a cenar?...
La cara de la mujer se ensancho con una sonrisa tolerante.
-No se de que se trata todo esto, muchacho –respondió- pero la señorita del traje verde que acaba de pasar me suplico que pusiera esta rosa en mi pelo. Y me pidió que si usted me invitaba a cenar, por favor le dijera que ella lo esta esperando en el restaurante que esta cruzando la calle.
Dijo que era algo así como una prueba.
No es difícil entender y admirar la sabiduría de Ana Schumm. La verdadera naturaleza del corazón se descubre en su respuesta a lo que no es atractivo. "Dime a quien amas, y te diré quien eres."
miércoles, 28 de octubre de 2009
Carta de una madre a su hijo.
Desde que se empezaron a conocer mis escritos, a muchos vecinos y amigos, les ha entrado el deseo de que se conozcan sus historias también. Algunos me cuentan episodios realmente increíbles y es verdad que la ficción jamás podrá superar a la realidad. Uno puede tener una brillante imaginación, pero les aseguro, al menos en mi pueblo, hemos superado lo imposible.
Hace un tiempo me encontré con un amigo de la infancia, que por motivos de trabajo se fue de Beltrán, en principio me agradeció por hacerle recordar su infancia y después me dio una carta que recibiera de su madre, como para que yo escribiera una historia. Después de haberla leído creo que hay cosas que no deben modificarse, porque son obras de arte y si las retocas es muy posible que la estropees. Me limito entonces a transcribírselas para que la disfruten.
Querido hijo:
Te pongo estas líneas para que sepas que te escribo. Así que si recibes esta carta es porque te llegó, si no, avísame y te la mando de nuevo. Te escribo despacio porque sé que no puedes leer de prisa.
De todos modos te cuento que nos han cortado el te, pero tu padre recién fue hasta la casa del vecino para llamarte desde allí, pero no te preocupes porque llevo nuestro aparato para que no gaste.
El otro día tu padre leyó que según las encuestas, la mayoría de los accidentes ocurren a un kilómetro de casa, así que nos hemos mudado más lejos. La casa es preciosa; tiene hasta una lavadora que no estoy segura si funciona o no. Ayer metí ropa, tiré de la cadena y no he vuelto a ver la ropa desde entonces, pero bueno.
El tiempo aquí no es tan malo; la semana pasada sólo llovió 2 veces.. La primera vez por 3 días y la segunda por 4.
Con respecto a la chaqueta que querías, tu tío Pepe dijo que si la mandábamos con los botones puestos pesaría demasiado y el envío sería muy caro, así que le quitamos los botones y los pusimos en el bolsillo.
El médico vino a la casa para ver si estábamos bien y me puso un tubito de vidrio en la boca. Me dijo que no la abriera por 10 minutos y tu padre se ofreció a comprarle el tubito. Hablando de tu padre, qué orgullo, te cuento que tiene nuevo trabajo con cerca de 1000 personas a cargo. Lo han ocupado de sereno en el cementerio del pueblo.
Tu hermana Julia, la que se casó con su marido, por fin dio a luz, pero como todavía no sé de qué sexo es, no te sé decir si eres tío o tía. Si el bebé es una niña, tu hermana va a nombrarla como yo. Se nos va a hacer muy rarollamar a su hija 'Mamá'.
Tu padre le preguntó a tu hermana Pilar que si estaba embarazada, ella le dijo que sí, de 5 meses ya; pero ahí tu padre le preguntó que si ella estaba segura que era de ella.. La Pilarica dijo que sí. Moza de hierro tu hermana Pilar, qué orgullo, de tal palo tal astilla.
No sabes lo contento que esta desde que tenemos en la Asociación Española, nuestro propio Circulo Italiano.
Por cierto, que tu primo Paco se casó y resulta que le reza todas las noches a la esposa, porque es virgen.
No se si sabias que tu padrino se ahogó en la cooperativa de vino en un tanque de Reserva Choele Choel, varios hombres trataron de salvarlo, pero él luchó valientemente contra ellos. Tardaron 3 días en apagar el fuego cuando lo cremamos.
Debo decirte que el tío Noé esta cada día mas bruto, lo encontré el otro día y le pregunte como anda eso y de muy mala manera me respondió que no sabe, que el vende YPF
A quien nunca hemos visto más por aquí es al tío Venancio, el que murió el año pasado.
Y tu hermano Juancho no puede ser mas despistado… Cerró el coche y dejó las llaves adentro cuando lo acompañe a comprar una batería porque le dijeron que tenía que traer la vieja. Tuvo que ir hasta la casa a buscar el duplicado para poder sacarme de adentro del auto.
Todos te extrañamos mucho, pero mucho más desde que te fuiste. Tienes que escribirnos contándonos que tal te va con tu nueva novia extranjera, no sabes como nos pusimos de contentos cuando nos dijiste que estabas en la cama con Hepatitis, ¿es acaso griega? pues no nos lo aclaraste aún.
Bueno mi hijo, no te pongo mi dirección en la carta, porque no la sé. Resulta que la última familia gallega que vivió por aquí se llevó los números para no tener que cambiar de domicilio.
Esta carta te la mando por Manolo que va mañana por allí. A propósito, ¿puedes ir a buscarlo a la terminal?
Si ves a Doña Remedios, dale saludos de mi parte; si no la ves, no le digas nada.
Tu madre que te quiere.
Isabel Martines de Hernández
P.D. Te iba a mandar 100 pesos, pero ya he cerrado el sobre.
Hace un tiempo me encontré con un amigo de la infancia, que por motivos de trabajo se fue de Beltrán, en principio me agradeció por hacerle recordar su infancia y después me dio una carta que recibiera de su madre, como para que yo escribiera una historia. Después de haberla leído creo que hay cosas que no deben modificarse, porque son obras de arte y si las retocas es muy posible que la estropees. Me limito entonces a transcribírselas para que la disfruten.
Querido hijo:
Te pongo estas líneas para que sepas que te escribo. Así que si recibes esta carta es porque te llegó, si no, avísame y te la mando de nuevo. Te escribo despacio porque sé que no puedes leer de prisa.
De todos modos te cuento que nos han cortado el te, pero tu padre recién fue hasta la casa del vecino para llamarte desde allí, pero no te preocupes porque llevo nuestro aparato para que no gaste.
El otro día tu padre leyó que según las encuestas, la mayoría de los accidentes ocurren a un kilómetro de casa, así que nos hemos mudado más lejos. La casa es preciosa; tiene hasta una lavadora que no estoy segura si funciona o no. Ayer metí ropa, tiré de la cadena y no he vuelto a ver la ropa desde entonces, pero bueno.
El tiempo aquí no es tan malo; la semana pasada sólo llovió 2 veces.. La primera vez por 3 días y la segunda por 4.
Con respecto a la chaqueta que querías, tu tío Pepe dijo que si la mandábamos con los botones puestos pesaría demasiado y el envío sería muy caro, así que le quitamos los botones y los pusimos en el bolsillo.
El médico vino a la casa para ver si estábamos bien y me puso un tubito de vidrio en la boca. Me dijo que no la abriera por 10 minutos y tu padre se ofreció a comprarle el tubito. Hablando de tu padre, qué orgullo, te cuento que tiene nuevo trabajo con cerca de 1000 personas a cargo. Lo han ocupado de sereno en el cementerio del pueblo.
Tu hermana Julia, la que se casó con su marido, por fin dio a luz, pero como todavía no sé de qué sexo es, no te sé decir si eres tío o tía. Si el bebé es una niña, tu hermana va a nombrarla como yo. Se nos va a hacer muy rarollamar a su hija 'Mamá'.
Tu padre le preguntó a tu hermana Pilar que si estaba embarazada, ella le dijo que sí, de 5 meses ya; pero ahí tu padre le preguntó que si ella estaba segura que era de ella.. La Pilarica dijo que sí. Moza de hierro tu hermana Pilar, qué orgullo, de tal palo tal astilla.
No sabes lo contento que esta desde que tenemos en la Asociación Española, nuestro propio Circulo Italiano.
Por cierto, que tu primo Paco se casó y resulta que le reza todas las noches a la esposa, porque es virgen.
No se si sabias que tu padrino se ahogó en la cooperativa de vino en un tanque de Reserva Choele Choel, varios hombres trataron de salvarlo, pero él luchó valientemente contra ellos. Tardaron 3 días en apagar el fuego cuando lo cremamos.
Debo decirte que el tío Noé esta cada día mas bruto, lo encontré el otro día y le pregunte como anda eso y de muy mala manera me respondió que no sabe, que el vende YPF
A quien nunca hemos visto más por aquí es al tío Venancio, el que murió el año pasado.
Y tu hermano Juancho no puede ser mas despistado… Cerró el coche y dejó las llaves adentro cuando lo acompañe a comprar una batería porque le dijeron que tenía que traer la vieja. Tuvo que ir hasta la casa a buscar el duplicado para poder sacarme de adentro del auto.
Todos te extrañamos mucho, pero mucho más desde que te fuiste. Tienes que escribirnos contándonos que tal te va con tu nueva novia extranjera, no sabes como nos pusimos de contentos cuando nos dijiste que estabas en la cama con Hepatitis, ¿es acaso griega? pues no nos lo aclaraste aún.
Bueno mi hijo, no te pongo mi dirección en la carta, porque no la sé. Resulta que la última familia gallega que vivió por aquí se llevó los números para no tener que cambiar de domicilio.
Esta carta te la mando por Manolo que va mañana por allí. A propósito, ¿puedes ir a buscarlo a la terminal?
Si ves a Doña Remedios, dale saludos de mi parte; si no la ves, no le digas nada.
Tu madre que te quiere.
Isabel Martines de Hernández
P.D. Te iba a mandar 100 pesos, pero ya he cerrado el sobre.
domingo, 4 de octubre de 2009
Cuando apagas mas de 40 velitas.
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto mi mujer lavaba los pañales de los chicos. Los colgaba en el tendal junto a otra ropita; los planchaba, los doblaba y los preparaba para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas tengan sus propios hijos se encargaran de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron con patas y todo a los desechables!
Si, ya sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así andamos aun por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por donde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo los envases de tergopor del helado para guardar cositas! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando!¡¡Yo los descubrí. Lo hacen a propósito!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era chico por mi casa no pasaba el basurero!!¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años! .Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los chanchos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo" pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo".
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y la misma camioneta.
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?
En casa tenemos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón es para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardamos...
¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de las gaseosas! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.
¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos: camisas de faroles, ruleros, jeringas y agujas. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carretéeles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.
Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del pateé de foad, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que una rosa.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!!. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.
Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con que intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía "este es un 4 de bastos".Los cajones guardaban pedazos izquierdos de perchas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una percha.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.
Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, los pistones del jeep en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no comparar valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡ No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los viejos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es un comentario que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
No hace tanto mi mujer lavaba los pañales de los chicos. Los colgaba en el tendal junto a otra ropita; los planchaba, los doblaba y los preparaba para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas tengan sus propios hijos se encargaran de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron con patas y todo a los desechables!
Si, ya sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así andamos aun por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por donde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo los envases de tergopor del helado para guardar cositas! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando!¡¡Yo los descubrí. Lo hacen a propósito!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era chico por mi casa no pasaba el basurero!!¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años! .Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los chanchos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo" pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo".
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y la misma camioneta.
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?
En casa tenemos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón es para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardamos...
¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de las gaseosas! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.
¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos: camisas de faroles, ruleros, jeringas y agujas. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carretéeles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.
Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del pateé de foad, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que una rosa.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!!. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.
Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con que intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía "este es un 4 de bastos".Los cajones guardaban pedazos izquierdos de perchas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una percha.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.
Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, los pistones del jeep en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no comparar valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡ No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los viejos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es un comentario que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
EL DIA QUE SARA CONOSCA A WALTER
El invierno ya daba sus últimos estertores, cuando Walter entro en aquel restaurante de renombre.
Un viejo cartel de madera en el fondo del local, como un homenaje a su fundador, iluminado apenas con dos faroles de jardín, indicaba que estaba en el lugar correcto.
Le habían dicho que en el restauran del alemán Shulember, encontraría lo ideal para calmar su apetito. Tomo una mesa junto a la ventana y aprovechando la luz natural de aquel día de primavera, se dispuso a hojear detenidamente el menú que estaba dispuesto en cada una de las mesas. Pensó que era el tiempo justo de cambiar su dieta de carnes.
Después de decidir por uno de aquellos manjares de vegetales perfectamente descritos, se quedo mirando el patio donde las rosas multicolores se combinaban con enormes cipreses que daban al lugar una hermosa vista que invitaba a la relajación. Sus cotidianos problemas con los cultivos y el clima que lo tenían preocupado fueron dando paso a una hermosa sensación de paz y tranquilidad.
Se sorprendió cuando una voz femenina lo rescato de sus pensamientos preguntándole si ya tenía decidido su pedido.
Una hermosa mujer de ojos tristes y de sonrisa fingida, parada junto a su mesa, esperaba distraídamente su respuesta mirándolo fijamente a los ojos. Después de tomar nota, la vio dirigirse a donde supuestamente se encontraba la cocina.
Pasaron escasos minutos y no pudo retirar sus ojos de aquella mujer que se acercaba con su comida en una bandeja.
- Mi nombre es Sara –dijo como respondiendo al interrogante de aquella mirada- Si desea algo, por favor, solo llámeme por mi nombre.
Dejo en la mesa lo que traía.
Walter no podía disimular que se sentía atraído por Sara. Bebió un pequeño sorbo de la gaseosa dietética y antes que se retire se animo a pedirle -viendo que era el único cliente del lugar- si podía compartir su mesa, que no estaba acostumbrado a comer solo y que se sentiría muy a gusto si charlaba con él. Sin decir nada, Sara dejo la bandeja en la mesa mas cercana y se sentó. Walter agradeció mientras retomaba el lugar en su silla después de amagar levantarse a modo de cortesía.
- ¿Usted no hace mucho que ha venido al pueblo? –pregunto Sara demostrando algún interés que Walter noto rápidamente.
Pero imaginó que aquel interés seguramente lo tendría con todos los clientes del lugar y que seria parte de las atenciones que lo habían hecho famoso.
Walter contó su historia reciente en el pueblo y se interesó por la vida de Sara.
Eso la sorprendió. A los clientes les gustaba hablar de sus proyectos y su vida pasada.
Ninguno se había interesado por la vida de la mesera. Se sintió alagada.
Cuando llego la hora del postre ya eran amigos. Conocían sus gustos y sus temores, algunos compartidos, como la lectura. Mientras compartían el café comentaron las novelas que estaban leyendo. Y Sara se lo imagino en el claustro junto a la chimenea, acortando las largas noches de invierno.
A la hora de pagar Walter no pudo disimular su perturbación. Dejo el dinero sobre la mesa y se despidió de Sara rápidamente con la promesa de volver otro día porque todo había estado a su gusto, la comida y fundamentalmente la conversación.
Cuando estaba girando sobre sus pasos para irse, Sara le dijo que no era necesaria la propina, que con los trece pesos de la cuenta era suficiente.
No la escucho y se fue. Sara se encogió de hombros y se dispuso a terminar la tarea del día mientras recorría en su memoria las compras para el siguiente. Cuando se percato que era viernes, miro la puerta por donde algunos momentos antes había salido aquel personaje. Después de haberle comentado muchas cosas de su vida, tomo conciencia que ni siquiera sabía su nombre.
Retomo el trabajo pero no pudo quitar de su mente aquel hombre amable con el que se sintió tan importante y su imaginación comenzó a tejer diversas historias posibles que fueran responsables de la superstición del cliente.
No pudo menos que sonreír por las contradicciones de los hombres.
De un golpe desplazo el carro de su vieja Olivetti y continúo transcribiendo el texto que le habían encomendado. El sol se desplomaba detrás de los cipreses, el aroma de las rosas penetraba desde el jardín y se dispuso a tomar un merecido descanso. Estiro sus dedos adoloridos y cerro los ojos.
Walter entro al restauran tomo una mesa junto a la ventana y aprovechando la luz natural de aquel día de primavera, se dispuso a hojear detenidamente el menú que estaba dispuesto en cada una de las mesas…
Un viejo cartel de madera en el fondo del local, como un homenaje a su fundador, iluminado apenas con dos faroles de jardín, indicaba que estaba en el lugar correcto.
Le habían dicho que en el restauran del alemán Shulember, encontraría lo ideal para calmar su apetito. Tomo una mesa junto a la ventana y aprovechando la luz natural de aquel día de primavera, se dispuso a hojear detenidamente el menú que estaba dispuesto en cada una de las mesas. Pensó que era el tiempo justo de cambiar su dieta de carnes.
Después de decidir por uno de aquellos manjares de vegetales perfectamente descritos, se quedo mirando el patio donde las rosas multicolores se combinaban con enormes cipreses que daban al lugar una hermosa vista que invitaba a la relajación. Sus cotidianos problemas con los cultivos y el clima que lo tenían preocupado fueron dando paso a una hermosa sensación de paz y tranquilidad.
Se sorprendió cuando una voz femenina lo rescato de sus pensamientos preguntándole si ya tenía decidido su pedido.
Una hermosa mujer de ojos tristes y de sonrisa fingida, parada junto a su mesa, esperaba distraídamente su respuesta mirándolo fijamente a los ojos. Después de tomar nota, la vio dirigirse a donde supuestamente se encontraba la cocina.
Pasaron escasos minutos y no pudo retirar sus ojos de aquella mujer que se acercaba con su comida en una bandeja.
- Mi nombre es Sara –dijo como respondiendo al interrogante de aquella mirada- Si desea algo, por favor, solo llámeme por mi nombre.
Dejo en la mesa lo que traía.
Walter no podía disimular que se sentía atraído por Sara. Bebió un pequeño sorbo de la gaseosa dietética y antes que se retire se animo a pedirle -viendo que era el único cliente del lugar- si podía compartir su mesa, que no estaba acostumbrado a comer solo y que se sentiría muy a gusto si charlaba con él. Sin decir nada, Sara dejo la bandeja en la mesa mas cercana y se sentó. Walter agradeció mientras retomaba el lugar en su silla después de amagar levantarse a modo de cortesía.
- ¿Usted no hace mucho que ha venido al pueblo? –pregunto Sara demostrando algún interés que Walter noto rápidamente.
Pero imaginó que aquel interés seguramente lo tendría con todos los clientes del lugar y que seria parte de las atenciones que lo habían hecho famoso.
Walter contó su historia reciente en el pueblo y se interesó por la vida de Sara.
Eso la sorprendió. A los clientes les gustaba hablar de sus proyectos y su vida pasada.
Ninguno se había interesado por la vida de la mesera. Se sintió alagada.
Cuando llego la hora del postre ya eran amigos. Conocían sus gustos y sus temores, algunos compartidos, como la lectura. Mientras compartían el café comentaron las novelas que estaban leyendo. Y Sara se lo imagino en el claustro junto a la chimenea, acortando las largas noches de invierno.
A la hora de pagar Walter no pudo disimular su perturbación. Dejo el dinero sobre la mesa y se despidió de Sara rápidamente con la promesa de volver otro día porque todo había estado a su gusto, la comida y fundamentalmente la conversación.
Cuando estaba girando sobre sus pasos para irse, Sara le dijo que no era necesaria la propina, que con los trece pesos de la cuenta era suficiente.
No la escucho y se fue. Sara se encogió de hombros y se dispuso a terminar la tarea del día mientras recorría en su memoria las compras para el siguiente. Cuando se percato que era viernes, miro la puerta por donde algunos momentos antes había salido aquel personaje. Después de haberle comentado muchas cosas de su vida, tomo conciencia que ni siquiera sabía su nombre.
Retomo el trabajo pero no pudo quitar de su mente aquel hombre amable con el que se sintió tan importante y su imaginación comenzó a tejer diversas historias posibles que fueran responsables de la superstición del cliente.
No pudo menos que sonreír por las contradicciones de los hombres.
De un golpe desplazo el carro de su vieja Olivetti y continúo transcribiendo el texto que le habían encomendado. El sol se desplomaba detrás de los cipreses, el aroma de las rosas penetraba desde el jardín y se dispuso a tomar un merecido descanso. Estiro sus dedos adoloridos y cerro los ojos.
Walter entro al restauran tomo una mesa junto a la ventana y aprovechando la luz natural de aquel día de primavera, se dispuso a hojear detenidamente el menú que estaba dispuesto en cada una de las mesas…
viernes, 2 de octubre de 2009
El Velorio de Kuwait.
Desde muy chico tuve algo especial con los velorios, en realidad con la muerte misma. Me detuve a pensar si es normal que se cuenten chistes mientras se le hace el aguante al finado. Y llegue a la conclusión que uno trata de restarle importancia a la muerte, de ningunearla, aunque inconciente, sabemos que es inútil ir mas rápido por la vida, ella en algún momento te alcanza.
Así que desde ese día cuando saludo algún deudo solo lo abrazo, no digo nada, total ya sabe porque vine. Es como si te acusan, todo lo que digas puede ser usado en tu contra.
Y como pasa la vida naturalmente viene la muerte y en el medio depende de vos lo que hagas con ese tiempo.
No recuerdo cual fue mi primer velorio, pero hay uno que nunca podré olvidar.
En el pueblo seriamos seis los que siempre estábamos juntos en el camino de la vida.
Fueron muchos años de compartirlo todo. Pero ya te dije. La parca te alcanza en algún momento. Y lo alcanzo primero al negro Calfin, que le decían Kuwait porque estuvo 150 días tomado.
El negro era un buen tipo y más ahora que estaba muerto. Porque hasta los más jodidos cuando mueren se convierten y todos se acuerdan de lo bueno que era el finado.
Pero este era bueno en serio. Pero chupaba. Nos enteramos que había muerto porque en el hospital no lo reclamaba nadie y se acordaron de nosotros, sus amigos de siempre.
Nos juntamos en el taller y decidimos que Kuwait merecía un velorio con los que el hubiera querido estar.
Fuimos a buscarlo y organizamos todo para estar solo nosotros con el. Total quien se podría ofender si no le prestaron atención en vida.
Compramos asado, pan, bastante vino y lo llevamos al taller.
Kuwait siempre andaba de traje con un sombrerito petitero que le daba pinta de malebo del 900.
Lo acomodamos en una silla cerca del fuego donde siempre charlábamos mientras se hacia el asado y al principio nos pareció extraño que no dijera nada, pero después de media hora era normal que quedara mudo. El chupaba.
Cuando estuvo listo el asado, como de costumbre, lo arrimamos a la mesa.
Comimos. Contamos las mismas anécdotas de siempre y Kuwait… callado nomás.
Después pensamos que Kuwait, merecía un velorio como la gente.
Pero eso cuesta plata y no estábamos para gastos.
- El Salón Comunitario del Santa Cristina te lo prestan para estos casos.- comento José Salinas.
- Que hacemos con Kuwait? – pregunto el Ruso.
-Y lo llevamos – le dije- Quien se va a dar cuenta que esta muerto?
Lo sentamos detrás del asiento del conductor en la combi, le pusimos el cinturón de seguridad y partimos.
Cuando llegamos nos atendió doña Carmen. Nos dijo que no tendría ningún problema en que lo veláramos allí pero que tenia que ser en un cajón y que ella no lo preparaba, que lo tendríamos que hacer nosotros. Y donde conseguimos un cajón a esta hora pensé.
El único que tenia guardia para estos casos era Valentíni, pero en Choele.
Le dije a doña Carmen que acomodara el Salón que volveríamos enseguida y salimos.
Íbamos llegando a Choele cuando nos paró la cana.
-Buenas noches- dijo el milico- carné de conductor, tarjeta verde…
Miraba de reojo a Kuwait.
-¿Parece que esta muerto el amigo? – Bromeo el milico.
- Si, se tomo todo el vino- comento el Ruso. Y no estaba equivocado porque en tantos años de curda era mucho lo que se había tomado.
- No lo dejen manejar a la vuelta – recomendó. Y ordeno que continuemos.
Efectivamente en la funeraria pudimos comprar un cajón donde calculamos que estaría cómodo nuestro amigo.
Regresábamos y otra vez la cana. El mismo milico nos reconoció y nos dijo sonriente…
- Ah, disculpen muchachos ustedes son los del muerto… sigan nomás… pero pónganlo a dormir la mona porque esta duro el hombre.
- Este no se despierta más. –Comento el ruso-
Cuando nos alejamos un poco, José Salinas que no era de mucho hablar concluyo lo más tranquilo…
- Si tenes el carné vencido te procesan, pero podes dedicarte a pasear los muertos que estos encima te dan consejos.
En el Salón doña Carmen tenía todo listo. Había acomodado en una pared del costado un crucifico, dos candelabros grandes uno a cada lado, dos caballetes de las mesas que usaban en el comedor para que pusiéramos el cajón y varias sillas contra la pared.
Al fondo y a un costado había una mesita con caramelos y ya tenia listo el café.
Bajamos a Kuwait entre dos y dos mas acomodaron el cajón en los caballetes. Lo metimos como pudimos lo peinamos un poco le cruzamos las manos y arriba el sombrerito petitero. Nos quedamos mirándolo un momento y doña Carmen pregunto…
- ¿Van a estar ustedes solos muchachos?
Cruzamos miradas pensando en quien faltaba, pero estábamos todos.
Entonces doña Carmen dijo que alguien tenía que rezar y que no era bueno que nadie lo llore porque se podía ofender el espíritu del muerto.
Ninguno de nosotros estábamos en condiciones de hacer la tarea. Doña Carmen entendió con nuestro silencio que debería ocuparse de esos detalles. Se calzo un ponchito y salio.
Nosotros nos servimos café.
Al rato llegaron varias viejas que se acomodaron en las sillas rodeando el cajón. Una, se encargo de los padres nuestros y otra de los Ave María.
Desde donde yo estaba alcanzaba a ver a las viejas con el cajón en medio y la puerta de entrada.
En eso se abrió la puerta de un golpe y entro Antibiótico, un compañero de curdas de Kuwait, que le decían así porque se tomaba cada ocho horas y se veía que estaba bajo los efectos de uno muy potente.
Parece que ya se había notado la ausencia de Kuwait y por supuesto primero en los bares conocían la noticia.
Antibiótico se arrimo despacito al cajón y haciendo gestos pretendía aclarar la vista y se tambaleaba.
- No somos nada. – Comento resignado- Te dije que no chuparas más, ¿viste lo que te paso? – le reprochaba a Kuwait.
Se quedo un momento allí como esperando respuesta de Kuwait y caminó hacia donde estábamos nosotros.
-¿Qué tal muchachos? – saludo. Y sobre la pata agregó…
-Si tuvieran algo fuerte para pasar el mal momento, se los agradecería.
Estaba muy claro que el daba consejos pero no los ponía en practica.
Las viejas seguían rezando y yo me preguntaba si alguna vez Kuwait lo había echo.
El chueco Roldán comentaba que en esos días había perdido un caballo, que lo estuvo buscando por todos lados y que sospechaba que se lo hubieran comido.
Antibiótico escuchaba y enseguida acuso a Firulete porque lo había visto con plata y ahora entendía todo.
Ya estaba aclarando cuando llego La Marta, la campera de lana al revés para que no se viera la mugre, una media de cada color, alpargatas bigotudas en chancletas y barbuda como nunca. Miraba para todos lados buscando con quien llorar pero todas rezaban.
Se paro al lado del cajón, moqueó un rato y se arrimo para el fondo.
Cuando la vi venir decidí que era un buen momento para salir a fumar un cigarrillo, no vaya a ser cosa que me agarre justamente a mi para desahogarse, no se de que porque a Kuwait apenas lo conocía. Pero conociéndola sabía que siempre andaba con ganas de llorar y de babosear a alguien. La esquive con lo justo y salí.
Ya estaba de día. Lindo sol de primavera. Una vieja pasaba en bicicleta y pregunto quien era el finado. Le dije y voleo la pierna. Recostó la bicicleta en una planta de la vereda y se metió. Ya era un velorio exitoso pensé.
Estaba dando la última pitada a mi cigarro cuando lo veo a Cochengo que viene en el Rastrojero. Lo paro y le pregunto si tendría algún problema en venir como a las diez para llevar a Kuwait hasta el cementerio así las viejas podían ir en la combi y nosotros caminando. No puso ninguna excusa porque tenía tiempo de dormir un rato ya que él venia del bar de Fuentealva y estaba enterado de la desgracia.
Recien cerraba Fuentealva y cada borracho a su casa. Cuando miro la puerta del Salón veo que entran dos al velorio. Me apuro y entro detrás de ellos. Sorprendidos los curdas que pensaban haber encontrado otro bar para seguir chupando.
Uno le dice al otro:- Ramón, mira la vieja esa como llora.El otro le contesta:- Cállate, y vamos a escuchar que dice...Y la mujer dice:- Se lo llevan donde no hay agua, donde no hay comida, donde no hay luz, donde no hay mujeres...Y el borracho preocupado le dice a Ramón:- Ramón, rajemos que lo llevan pa' tu casa !!!!
Como pueden giran sobre sus pasos y salen.
Me corro hasta el fondo, veo que ya había llegado el cura para despedir a Kuwait y estaba sentado al lado de Antibiótico que leía el diario.
El cura finge que Antibiótico no existe y disimula su incomodidad. Al rato, Antibiótico mira al cura y le pregunta:- Oiga buen hombre! Puede decirme qué cosas causan artritis?El cura, molesto, le responde en tono sarcástico…- Ciertamente la vida relajada, el andar frecuentando mujeres mundanas, los excesos con el alcohol y todas esas porquerías...!!!- Dios me libre!!!! -responde Antibiótico volviendo a su lectura-.El cura, pensando en lo que dijo al pobre infeliz, decide disculparse y le dice en tono comprensivo…- Disculpe usted, no quise ser tan rudo... ¿Desde cuándo sufre de artritis?.- Yo, nunca la padecí, padre! Sólo estaba leyendo en éste diario que el Papa la sufre hace unos meses.
Yo a estas alturas pensaba en el pobre Kuwait, que si no hubiera estado muerto lo bien que lo hubiera pasado en su velorio. Pero de cualquier forma sentí satisfacción, supe en ese momento que todo estaba como hubiese querido Kuwait.
Llego el momento de llevarlo al cementerio y por allá apareció Cochengo que ya había dejado el rastrojero en la puerta del Salón.
El cura dio el último responso, nos despedimos de nuestro amigo y cerramos el cajón.
Cada uno de nosotros tomo una manija y Antibiótico se prendió también.
Cuando salíamos trastabilló y una vieja le dijo que fuera con cuidado a ver si se caía el cajón. Antibiótico la mira y le dice…
- No se preocupe señora el que va adentro esta muerto.
Cargamos el cajón en el Rastrojero, subieron las viejas en la combi y nosotros caminamos atrás camino al cementerio.
Habíamos salido del pueblo cuando veo que el chueco Roldán se sube a un terraplén de un desagüe y mira con mucha atención para adentro de una chacra.
Al rato se nos une en la procesión. Veo que ha cambiado el semblante y le pregunto…
-¿Que mirabas allá chueco?
- Desgracia con suerte –me dice muy serio- Murió Kuwait pero encontré el caballo.
Así que desde ese día cuando saludo algún deudo solo lo abrazo, no digo nada, total ya sabe porque vine. Es como si te acusan, todo lo que digas puede ser usado en tu contra.
Y como pasa la vida naturalmente viene la muerte y en el medio depende de vos lo que hagas con ese tiempo.
No recuerdo cual fue mi primer velorio, pero hay uno que nunca podré olvidar.
En el pueblo seriamos seis los que siempre estábamos juntos en el camino de la vida.
Fueron muchos años de compartirlo todo. Pero ya te dije. La parca te alcanza en algún momento. Y lo alcanzo primero al negro Calfin, que le decían Kuwait porque estuvo 150 días tomado.
El negro era un buen tipo y más ahora que estaba muerto. Porque hasta los más jodidos cuando mueren se convierten y todos se acuerdan de lo bueno que era el finado.
Pero este era bueno en serio. Pero chupaba. Nos enteramos que había muerto porque en el hospital no lo reclamaba nadie y se acordaron de nosotros, sus amigos de siempre.
Nos juntamos en el taller y decidimos que Kuwait merecía un velorio con los que el hubiera querido estar.
Fuimos a buscarlo y organizamos todo para estar solo nosotros con el. Total quien se podría ofender si no le prestaron atención en vida.
Compramos asado, pan, bastante vino y lo llevamos al taller.
Kuwait siempre andaba de traje con un sombrerito petitero que le daba pinta de malebo del 900.
Lo acomodamos en una silla cerca del fuego donde siempre charlábamos mientras se hacia el asado y al principio nos pareció extraño que no dijera nada, pero después de media hora era normal que quedara mudo. El chupaba.
Cuando estuvo listo el asado, como de costumbre, lo arrimamos a la mesa.
Comimos. Contamos las mismas anécdotas de siempre y Kuwait… callado nomás.
Después pensamos que Kuwait, merecía un velorio como la gente.
Pero eso cuesta plata y no estábamos para gastos.
- El Salón Comunitario del Santa Cristina te lo prestan para estos casos.- comento José Salinas.
- Que hacemos con Kuwait? – pregunto el Ruso.
-Y lo llevamos – le dije- Quien se va a dar cuenta que esta muerto?
Lo sentamos detrás del asiento del conductor en la combi, le pusimos el cinturón de seguridad y partimos.
Cuando llegamos nos atendió doña Carmen. Nos dijo que no tendría ningún problema en que lo veláramos allí pero que tenia que ser en un cajón y que ella no lo preparaba, que lo tendríamos que hacer nosotros. Y donde conseguimos un cajón a esta hora pensé.
El único que tenia guardia para estos casos era Valentíni, pero en Choele.
Le dije a doña Carmen que acomodara el Salón que volveríamos enseguida y salimos.
Íbamos llegando a Choele cuando nos paró la cana.
-Buenas noches- dijo el milico- carné de conductor, tarjeta verde…
Miraba de reojo a Kuwait.
-¿Parece que esta muerto el amigo? – Bromeo el milico.
- Si, se tomo todo el vino- comento el Ruso. Y no estaba equivocado porque en tantos años de curda era mucho lo que se había tomado.
- No lo dejen manejar a la vuelta – recomendó. Y ordeno que continuemos.
Efectivamente en la funeraria pudimos comprar un cajón donde calculamos que estaría cómodo nuestro amigo.
Regresábamos y otra vez la cana. El mismo milico nos reconoció y nos dijo sonriente…
- Ah, disculpen muchachos ustedes son los del muerto… sigan nomás… pero pónganlo a dormir la mona porque esta duro el hombre.
- Este no se despierta más. –Comento el ruso-
Cuando nos alejamos un poco, José Salinas que no era de mucho hablar concluyo lo más tranquilo…
- Si tenes el carné vencido te procesan, pero podes dedicarte a pasear los muertos que estos encima te dan consejos.
En el Salón doña Carmen tenía todo listo. Había acomodado en una pared del costado un crucifico, dos candelabros grandes uno a cada lado, dos caballetes de las mesas que usaban en el comedor para que pusiéramos el cajón y varias sillas contra la pared.
Al fondo y a un costado había una mesita con caramelos y ya tenia listo el café.
Bajamos a Kuwait entre dos y dos mas acomodaron el cajón en los caballetes. Lo metimos como pudimos lo peinamos un poco le cruzamos las manos y arriba el sombrerito petitero. Nos quedamos mirándolo un momento y doña Carmen pregunto…
- ¿Van a estar ustedes solos muchachos?
Cruzamos miradas pensando en quien faltaba, pero estábamos todos.
Entonces doña Carmen dijo que alguien tenía que rezar y que no era bueno que nadie lo llore porque se podía ofender el espíritu del muerto.
Ninguno de nosotros estábamos en condiciones de hacer la tarea. Doña Carmen entendió con nuestro silencio que debería ocuparse de esos detalles. Se calzo un ponchito y salio.
Nosotros nos servimos café.
Al rato llegaron varias viejas que se acomodaron en las sillas rodeando el cajón. Una, se encargo de los padres nuestros y otra de los Ave María.
Desde donde yo estaba alcanzaba a ver a las viejas con el cajón en medio y la puerta de entrada.
En eso se abrió la puerta de un golpe y entro Antibiótico, un compañero de curdas de Kuwait, que le decían así porque se tomaba cada ocho horas y se veía que estaba bajo los efectos de uno muy potente.
Parece que ya se había notado la ausencia de Kuwait y por supuesto primero en los bares conocían la noticia.
Antibiótico se arrimo despacito al cajón y haciendo gestos pretendía aclarar la vista y se tambaleaba.
- No somos nada. – Comento resignado- Te dije que no chuparas más, ¿viste lo que te paso? – le reprochaba a Kuwait.
Se quedo un momento allí como esperando respuesta de Kuwait y caminó hacia donde estábamos nosotros.
-¿Qué tal muchachos? – saludo. Y sobre la pata agregó…
-Si tuvieran algo fuerte para pasar el mal momento, se los agradecería.
Estaba muy claro que el daba consejos pero no los ponía en practica.
Las viejas seguían rezando y yo me preguntaba si alguna vez Kuwait lo había echo.
El chueco Roldán comentaba que en esos días había perdido un caballo, que lo estuvo buscando por todos lados y que sospechaba que se lo hubieran comido.
Antibiótico escuchaba y enseguida acuso a Firulete porque lo había visto con plata y ahora entendía todo.
Ya estaba aclarando cuando llego La Marta, la campera de lana al revés para que no se viera la mugre, una media de cada color, alpargatas bigotudas en chancletas y barbuda como nunca. Miraba para todos lados buscando con quien llorar pero todas rezaban.
Se paro al lado del cajón, moqueó un rato y se arrimo para el fondo.
Cuando la vi venir decidí que era un buen momento para salir a fumar un cigarrillo, no vaya a ser cosa que me agarre justamente a mi para desahogarse, no se de que porque a Kuwait apenas lo conocía. Pero conociéndola sabía que siempre andaba con ganas de llorar y de babosear a alguien. La esquive con lo justo y salí.
Ya estaba de día. Lindo sol de primavera. Una vieja pasaba en bicicleta y pregunto quien era el finado. Le dije y voleo la pierna. Recostó la bicicleta en una planta de la vereda y se metió. Ya era un velorio exitoso pensé.
Estaba dando la última pitada a mi cigarro cuando lo veo a Cochengo que viene en el Rastrojero. Lo paro y le pregunto si tendría algún problema en venir como a las diez para llevar a Kuwait hasta el cementerio así las viejas podían ir en la combi y nosotros caminando. No puso ninguna excusa porque tenía tiempo de dormir un rato ya que él venia del bar de Fuentealva y estaba enterado de la desgracia.
Recien cerraba Fuentealva y cada borracho a su casa. Cuando miro la puerta del Salón veo que entran dos al velorio. Me apuro y entro detrás de ellos. Sorprendidos los curdas que pensaban haber encontrado otro bar para seguir chupando.
Uno le dice al otro:- Ramón, mira la vieja esa como llora.El otro le contesta:- Cállate, y vamos a escuchar que dice...Y la mujer dice:- Se lo llevan donde no hay agua, donde no hay comida, donde no hay luz, donde no hay mujeres...Y el borracho preocupado le dice a Ramón:- Ramón, rajemos que lo llevan pa' tu casa !!!!
Como pueden giran sobre sus pasos y salen.
Me corro hasta el fondo, veo que ya había llegado el cura para despedir a Kuwait y estaba sentado al lado de Antibiótico que leía el diario.
El cura finge que Antibiótico no existe y disimula su incomodidad. Al rato, Antibiótico mira al cura y le pregunta:- Oiga buen hombre! Puede decirme qué cosas causan artritis?El cura, molesto, le responde en tono sarcástico…- Ciertamente la vida relajada, el andar frecuentando mujeres mundanas, los excesos con el alcohol y todas esas porquerías...!!!- Dios me libre!!!! -responde Antibiótico volviendo a su lectura-.El cura, pensando en lo que dijo al pobre infeliz, decide disculparse y le dice en tono comprensivo…- Disculpe usted, no quise ser tan rudo... ¿Desde cuándo sufre de artritis?.- Yo, nunca la padecí, padre! Sólo estaba leyendo en éste diario que el Papa la sufre hace unos meses.
Yo a estas alturas pensaba en el pobre Kuwait, que si no hubiera estado muerto lo bien que lo hubiera pasado en su velorio. Pero de cualquier forma sentí satisfacción, supe en ese momento que todo estaba como hubiese querido Kuwait.
Llego el momento de llevarlo al cementerio y por allá apareció Cochengo que ya había dejado el rastrojero en la puerta del Salón.
El cura dio el último responso, nos despedimos de nuestro amigo y cerramos el cajón.
Cada uno de nosotros tomo una manija y Antibiótico se prendió también.
Cuando salíamos trastabilló y una vieja le dijo que fuera con cuidado a ver si se caía el cajón. Antibiótico la mira y le dice…
- No se preocupe señora el que va adentro esta muerto.
Cargamos el cajón en el Rastrojero, subieron las viejas en la combi y nosotros caminamos atrás camino al cementerio.
Habíamos salido del pueblo cuando veo que el chueco Roldán se sube a un terraplén de un desagüe y mira con mucha atención para adentro de una chacra.
Al rato se nos une en la procesión. Veo que ha cambiado el semblante y le pregunto…
-¿Que mirabas allá chueco?
- Desgracia con suerte –me dice muy serio- Murió Kuwait pero encontré el caballo.
La Imaginación.
Por estos días estoy preocupado por algunos de mis amigos, que son los amigos de mi hijo, con los que estaré siempre agradecido por dejarme ser parte, por no hacer la diferencia que muestran los años.
Yo se, por experiencia que nos es fácil encontrar el camino cuando tenés veintipico.
Cuando la Argentina se debate en manos de incapaces y ladrones.
Cuando no podes programar mas allá del día a día.
Cuando un funcionario tiene el gobierno soñado y la realidad muestra que cada día hay menos posibilidades para los jóvenes que quisieran vivir dignamente algún día.
Estaba pensando en estas cosas y recordé una antigua leyenda de la Edad Media en la que un
hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente del reino y por eso desde el primer momento se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto... ¡ la horca !
El juez, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:
"Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de él tu destino."
Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente, tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino.
Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda 'CULPABLE', y la pobre víctima aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
El juez le dijo al hombre que tomara uno de los papeles doblados. Éste respiro profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos, y con una extraña sonrisa hizo su elección, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca... se lo tragó rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes reprocharon airadamente: "¿Pero qué hizo?, ¿y ahora?, ¿cómo vamos a saber el veredicto?"
-"Es muy sencillo"- respondió el hombre. "Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí".
Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Por eso amigos, cuando todo parezca perdido, usen la imaginación.
Yo se, por experiencia que nos es fácil encontrar el camino cuando tenés veintipico.
Cuando la Argentina se debate en manos de incapaces y ladrones.
Cuando no podes programar mas allá del día a día.
Cuando un funcionario tiene el gobierno soñado y la realidad muestra que cada día hay menos posibilidades para los jóvenes que quisieran vivir dignamente algún día.
Estaba pensando en estas cosas y recordé una antigua leyenda de la Edad Media en la que un
hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente del reino y por eso desde el primer momento se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto... ¡ la horca !
El juez, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:
"Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de él tu destino."
Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente, tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino.
Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda 'CULPABLE', y la pobre víctima aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
El juez le dijo al hombre que tomara uno de los papeles doblados. Éste respiro profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos, y con una extraña sonrisa hizo su elección, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca... se lo tragó rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes reprocharon airadamente: "¿Pero qué hizo?, ¿y ahora?, ¿cómo vamos a saber el veredicto?"
-"Es muy sencillo"- respondió el hombre. "Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí".
Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Por eso amigos, cuando todo parezca perdido, usen la imaginación.
SABIA REFLEXION
Muchas veces... cuando Llorás... nadie se percata de tus lágrimas...
Muchas veces... cuando estás triste... nadie se percata de tu tristeza ...
Muchas veces... cuando estás preocupado, nadie se da cuenta de tu preocupación...
Muchas veces... cuando estás deprimido nadie nota tu depresión...
Muchas veces... cuando estás feliz... nadie se percata de tu sonrisa...
Pero...tirate un pedo, aunque sea chiquito,
o sacate un moquito, haciéndote el disimulado...
y no es joda, vas a ver que por lo menos 2 ó 3 hij*s de mil p*t* se dan cuenta de lo que estás haciendo!!!
Muchas veces... cuando estás triste... nadie se percata de tu tristeza ...
Muchas veces... cuando estás preocupado, nadie se da cuenta de tu preocupación...
Muchas veces... cuando estás deprimido nadie nota tu depresión...
Muchas veces... cuando estás feliz... nadie se percata de tu sonrisa...
Pero...tirate un pedo, aunque sea chiquito,
o sacate un moquito, haciéndote el disimulado...
y no es joda, vas a ver que por lo menos 2 ó 3 hij*s de mil p*t* se dan cuenta de lo que estás haciendo!!!
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